El baile de las locas. Victoria Mas. Trad. Jose Antonio Soriano Marco. Barcelona: Salamandra, 2021
«A la sombra de un árbol un día de verano, en un rincón del dormitorio una tarde de aguacero, la perturbada y la supervisora han hablado con pudor de los hombres con los que no tratan, y de los hijos que no tienen, de Dios, en el que no creen, y de la muerte, a la que no temen».
[pp. 51]
Concursantas
Hace días que escucho ese exitoso podcast quincenal que sacan adelante dos mujeres y del que tanto se habla en las redes, en la prensa y en las terrazas. Sus voces roncas y sugerentes me atrapan, sus comentarios y muletillas a veces me enervan pero el contenido me gusta, me convence y me arrastraría a las más absoluta empatía de no ser por un pequeño, casi diminuto detalle que viene y regresa a mí con cada programa que acerco con el auricular a mi oreja: a veces me identifico con ese hombre malvado y «cancelable» del que hablan. No una ni dos, me ha pasado en demasiadas ocasiones.
A veces el perverso narcisista soy o he sido yo.
El egoísta y el adulador, el trepa, el equidistante, el frío… a veces me compadezco de ese ser al cual las dos periodistas acribillan sin piedad apoyadas en referencias literarias o cinematográficas que reconozco o que muero de ganas de conocer. A veces yo soy «el otro» y eso me incomoda.
El baile de las locas se levanta sobre el relato fascinante y verídico del hospital psiquiátrico parisino en donde, a finales del siglo XIX, se internó a cientos de mujeres aquejadas de trastornos mentales que supuestamente las «incapacitaban» para vivir en sociedad. Allí se las trató de sus neurosis con terapias que iban desde la presión en el bajo vientre hasta la introducción de varas de hierro cadente en la vagina y la hipnosis, se las observó y se las fotografió. El testimonio de esos retratos inspira la ficción de esta novela: mujeres en poses extasiadas como las santas de las esculturas barrocas, con muecas imposibles o en actitud obscena y provocadora. Es un tema interesantísimo que en su momento estudió y criticó el historiador y ensayista Georges Didi-Huberman (Saint-Étienne, Francia, 1953) en La invención de la histeria. Charcot y la iconografía fotográfica de la Salpêtrière (Madrid: Cátedra, 2007) y que aquí se convierte en material narrativo.
Según la novela de Victoria Mas (Le Chesnay-Rocquencourt, Francia, 1987) esas mujeres, ingresadas allí por hombres (maridos, padres o hermanos) llegaban a convencerse de su papel de «locas» y vivían en comunidad a la espera de la sesión semanal de observación y estudio de los médicos al cargo, un auténtico auditorio de hombres a quienes sólo faltaba aplaudir al final del examen de cada paciente. Anualmente, además, se llevaba a cabo un baile de Media Cuaresma durante el que a las internas se les permitía mezclarse con invitados, disfrazarse y disfrutar de una noche de «libertad» controlada bajo la supervisión de las enfermeras.
Tres personajes y sus tres circunstancias sostienen el argumento (la loca, la no-loca y la cuidadora) y a lo largo de la trama las tres se intercambian los roles, igual que en un baile de disfraces, donde la responsable parece que pierde la cabeza, la cuerda resulta tener poderes paranormales y la enajenada se revela como una víctima del abuso masculino. El poso final es triste y desesperanzado y la sensación tras la lectura lo más parecido a un brote de ira frustrada contra esa aceptación de las cosas tan injusta que siempre favorece al hombre y perjudica a la mujer.
Una rabia atemporal, por cierto, manifiesta en este blog tantas veces como ésta, ésta, ésta, ésta, ésta, ésta, ésta, ésta, ésta… y más, son doce años escribiendo por aquí.
Pena que la invención de los podcasts sea algo tan reciente: este que menciono abre debates, genera comunidades e incita a cuestionarse muchas cosas muy necesarias aunque a veces descubrir el origen de las mismas sea algo aterrador. Todo forma parte del baile, queridas.