Me apena no poder decir lo contrario, pero la foto que encabeza esta entrada no es mía, no la tomé yo: la encontré en google al buscar imágenes del hospital de la Pitié-Salpêtrière y pido disculpas por no atribuir créditos a quien corresponde pero es que no sé a quién debo darlos.
Diré que, más o menos, el aspecto del edificio y de los jardines, así como la luz del día en que fui a visitarlo eran muy parecidos a los de la imagen y con eso salvaré la cuestión porque, ese día, no pude entrar para comprobarlo, no nos dejaron cruzar la valla.
Hace tiempo que leí la novela de Victoria Mas que se ambienta allí, razón más que sobrada para que, durante mis senta días en París, me empeñara en desplazarme a un barrio tan poco accesible como el barrio en donde se encuetra el dichoso hospital. Había que aprovecharse de todas las circunstancias para ver sitios, para explorar periferias, para tomar medios de transporte.
El baile de las locas (Salamandra, 2021) trae a colación con su relato el trato injusto que ciertos hombres dieron a las mujeres ingresadas en La Salpêtrière a finales del siglo XIX, cuando el edificio era hospital psiquiátrico exclusivo para mujeres y niñas. Hoy es una institución puntera, uno de los centros hospitalarios más grandes de Europa que alberga, además, la facultad de Medicina Pierre et Marie Curie.
Pero no nos permitieron entrar.
Cuesta creer, hoy día y desde el otro lado de sus extensas vallas, que allí, en esas impecables instalaciones ajardinadas con su propio recorrido para automóviles y autobuses se hacinasen, en el siglo XVII, mujeres condenadas a vivir encerradas en condiciones terroríficas. Unos cuantos cuadros como el de Tony Robert-Fleury se recrean en este motivo: las «locas» desperdigadas dentro y fuera del edificio, encadenadas, desesperadas, confinadas y, en definitiva, maltratadas.
Como sucede casi siempre con la ficción histórica (¿por qué sigue costando tanto entenderlo?), la novela cuenta una historia inventada que es muy interesante y que, para quien quiera saber y concoer a fondo detalles y procedimientos reales, inspira a la investigación.
Una de las consecuencias al leerla es, sin duda, la imperiosa necesidad de ir a París a conocer el edificio, sin embargo, sólo puede hacerse si hay motivos de ingreso por cuestiones obvias de salud que siempre es mejor evitar.
Así que no pudimos ver la Salpêtrière más que desde el otro lado de la valla pero, en el fondo, creo que fue lo mejor.
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