I Walked with a Zombie, J. Tourneur, 1943
Freaks al borde de un ataque de histeria
En 1943, todavía nadie se autodenominaba con orgullo y satisfacción como un friki de tal o cual tema (aunque Freaks, la película de Tod Browning que probablemente acuñara el término ya hacía once años que se había estrenado) pero en 2011 sí, mucha gente y muy gustosa.
No será éste el lugar más indicado para debatir acerca de las características fundamentales del perfil del friki que se jacta de serlo, pero sirva esta película como excusa para hacerles referencia, porque mucho hay de ellos en su contenido, de sus gustos y sus preferencias, sus peculiaridades y por supuesto, sus rarezas.
Demasiados son los elementos que captan la atención del espectador de un film que, sin duda, puede encuadrarse dentro de los más sugestivos de su director (junto con Cat People y The Course of the Demon, ambas guiadas bajo la producción de Val Lewton para la RKO). Ya desde sus inicios, sorprende el parecido con una posterior y nada desdeñable pieza de Jack Clayton The Innocents (1961): ambas historias ubican a la protagonista y narradora en una entrevista de trabajo y ante un interlocutor que le pregunta, en el primer caso si “cree en brujería” y en el segundo, si “tiene imaginación”, para retroceder con la respuesta a un flash-back que dará consistencia a la totalidad del argumento. En las dos historias, el personaje central es una mujer que se dispone a comenzar en un nuevo trabajo como “cuidadora” de terceros y cuenta la experiencia sobrenatural que le sobrevino al desempeñarlo.
Del mismo modo, el film de Tourneur recuerda enormemente a la trama urdida por Tennessee Williams y Gore Vidal para la versión cinematográfica de 1959, basada en la pieza teatral de aquél Suddenly Last Summer, en la cual, se enfrentaban ciencia y superstición para desentramar la misteriosa muerte de un sexualmente equívoco personaje, a quien nunca se le ve la cara (Sebastian, nombre de la isla en donde se ambienta la película de Tourneur y del santo que encabeza la iconografía homosexual de los tiempos más recientes).
Y también ¿por qué no? Jane Eyre: alentada por el inminente estreno de última de sus adaptaciones al cine (gracias María por iluminarme, de nuevo) observamos que la novela de Charlotte Brontë aporta algo más que los cimientos en el argumento de I Walked with a Zombie.
Si dejamos a un lado otras tantas consideraciones comparativas, conviene rescatar el contenido mismo de I Walked with a Zombie para poder entender la fascinación que despierta el film entre sus seguidores, frikis todos ellos y peatones que escogen pasear por el alocado universo de la serie B: el recurso a los planteamientos increíbles y fantásticos, dentro de un contexto cotidiano o, cuando menos, realista y el desenlace ambiguo de la trama, para la cual se ofrecen interpretaciones tan probablemente científicas como alucinadas y sobrenaturales. Quizás sea éste el ingrediente secreto que engancha a un friki con una determinada producción de bajo presupuesto, o tal vez no, pero nadie puede negar que dicha circunstancia contribuya notablemente a que aumente el nivel de “caspa” de un film concreto.
A un friki que se precie de serlo, le gusta que en una historia haya, por ejemplo, un malo ridículo y una hembra desatada; asimismo, cualquier aproximación al asunto de los zombies que interactúan con humanos será recibido con agrado por el espectador “rarete”, ávido de argumentos que mezclen a los muertos que se levantan de sus tumbas con los vivos que se mueren de miedo por entrar en ellas.
Esta pieza única dentro de la historia del cine, merece por tanto algo más que un simple vistazo. Verla, adquirirla, guardarla, coleccionarla y por supuesto: venerarla.