Un trabajo para toda la vida. Rachel Cusk. Trad. Catlina Martínez Muñoz. Barcelona: Libros del Asteroide, 2023
Memoria de madre
Al salir del cine después de ver la magnífica Aftersun (Charlotte Wells, 2022) agarro la emoción que me ha producido y la guardo en el bolso para pensar y tratar de ser objetiva: la película habla de muchas cosas y se acerca a rincones muy diferentes y poco frecuentes entre un padre y una hija pero, sobre todo, la historia que plantea se sirve del recurso del recuerdo y vuelve una y otra vez sobre él. Ojalá pudiéramos ser (más) conscientes, o acaso serlo todo el tiempo, de que lo que vivimos son los recuerdos que tendremos en el futuro, que la memoria se construye en el presente y que la pequeña cámara mental que Sophie utiliza para entrevistar a su padre cuando éste es reacio a responder a sus preguntas delante del dispositivo Panasonic está siempre encendida.
Luego leo el libro de Rachel Cusk que originalmente se publicó hace veintidós años y que trae ahora Libros del Asteroide a nuestras estanterías y busco en él algo parecido a lo que ya se ha convertido en tradición sobre maternidades y no maternidades literarias recientes (y no tanto): el estudio de campo Madres arrepentidas, la novela adaptada al cine Tenemos que hablar de Kevin, el testimonio terrorífico de Anna Starobinets en Tienes que mirar, el relato Virgin Soil, la película Una canta, la otra no y la novela de mi idolatrada Maggie O’Farrell La primera mano que sostuvo la mía. Hay mucho más pero esto es algo de lo que yo conozco y con lo que lo comparo. Descubro que poco tiene que ver, que se trata de un nuevo ejercicio de la autora para explayarse con hermosas reflexiones, en lo que supuso para ella el embarazo, el parto, la maternidad y la aceptación posterior de que todo haya pasado:
«La cuestión de qué es una mujer si no es madre ha quedado sustituida para mí por la de qué es una mujer si es madre; y qué es una madre, en realidad»
[pp. 75]
Lo primero que me llama la atención es el prólogo a la nueva edición y el prólogo a la original, en los que reivindica su derecho a expresar con su obra aquello que parece ofender a demasiada gente con la opinión floja: que Rachel Cusk escribe sobre el descalabro vital que acarrea tener hijos y que se pique quien coma ajos.
Lo segundo es cierto paralelismo entre lo que vive esa narradora cuando se enfrenta a un embarazo, como si fuera la única persona en el mundo que va a vivirlo y lo hiciera por primera vez, con la misma intensidad que manifestaba Javier Marías en Los enamoramientos para referirse a la sacudida del amor, individual y explosiva y, sin embargo, tan común y constante a todos los seres humanos.
Un trabajo para toda la vida retrata los apuntes mentales de su autora, sus vivencias recordadas y explicadas al hilo de las consecuencias, que cuanto más leía sobre la lactancia menos entendía lo que le estaba pasando, o que aprender a comunicarse con su bebé, esa pequeña parte de sí misma de la cual la han separado quirúrgicamente es un proceso tan inexplicable como natural, espontáneo y frustrante a la vez.
Tener las herramientas, supongo, no garantiza el éxito en la resolución del proceso ni muchísimo menos y lo veo en las madres que me rodean, tan pendientes algunas de hacerlo lo mejor posible, tan angustiadas otras por equivocarse en el intento, cuando desde mi lejanía como espectadora creo que no importa demasiado y que, en el caso de que importara, la pequeña cámara mental seguirá grabando para reproducir en el futuro aquello que se vivió de esa forma natural, espontánea y sí, frustrante a veces.
Supongo.
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