Tiene que ser aquí. Maggie O’Farrell. Trad. Concha Cardeñoso. Barcelona: Libros del Asteroide, 2017
Los días azules
«¿Dónde están los días y ese azul
Ivan Ferreiro, 2006
De un lugar donde estés tu?»
De no haber terminado recientemente Hamnet, que la autora dedica «a Will» con el mismo cariño que misterio para referirse al Shakespeare que todos conocemos, no habría deducido al llegar a los agradecimientos de esta otra novela suya que cuando da las gracias «a Iris, a Saul y a Will» se dirige a Murdoch, Bellow y de nuevo al de Stratford-upon-Avon, respectivamente.
Claro, tenía que ser así.
En Tenía que ser aquí Maggie O’Farrell obliga a sus personajes a confundir por medio de sus andanzas información que la propia historia desenreda por su cuenta. Es un recurso complejo y muy interesante porque dota de autonomía a un relato que, habitualmente, acostumbra a avanzar a medida que los que lo protagonizan permiten que lo haga. La grandeza de O’Farrell se manifiesta así y también con las punzadas habituales que practica en quien la lee. Es esta una historia de amor con todas las dificultades que el sentimiento contempla, la autora no se deja ni una. Para complicar las cosas, esta vez recurre a los saltos en el tiempo y los cambios de narrador: su puzzle de momentos epifánicos aquí parece haber estallado en millones de pedazos justo antes de que comience el texto y recomponer el destrozo y armar de nuevo los orígenes, las causas, los antecedentes y conflictos originarios del caótico torbellino con que va a encontrarse al iniciar la lectura será labor del denodado lector.
Azul es el fondo y azul es la forma (¿casualidad que se escoja otra vez ese tono para la cubierta? mis dudas tengo) porque azul es la naturaleza en donde irrumpe la relación de Claudette y Daniel, los protagonistas; ese azul se contagia a sus rasgos físicos (miradas) y azul se vuelve su comportamiento (la frialdad, la distancia, la incapacidad de comunicarse correctamente…) pero no sólo entre ellos dos porque no son los únicos que se enamoran y atraviesan océanos de tiempo para encontrarse y desencontrarse, también entre los demás y son muchísimos personajes.
Algunos con la capacidad de regalar consejos para huir de la melancolía:
«Hay que buscar lo que tenemos delante, no lo que nos es inalcanzable ni lo que hemos perdido. Hay que agarrarse a lo que tenemos a mano y sujetarlo con fuerza».
Otros en cambio, tan reales que son incapaces de convertirse en un buen ejemplo de nada.
¿Cómo demonios lo haces, Maggie?