Showalter, Elaine, A Literature of Their Own. British Women Writers from Charlotte Brontë to Doris Lessing. London: Virago Press, 2014
Barrotes
Lo de alcanzar la mediana edad tiene ventajas tales como la ampliación de perspectiva sobre lo que una ha hecho y también sobre lo que una desearía hacer. Aquello de optimizar el tiempo libre y dedicarse a regresar a la persona que una vez se fue es interesante. Con tales propósitos yo entré en las doscientas ochenta y cinco librerías visitadas durante mi último viaje a Oxford-Bath-Londres y, con igual temple, adquirí este ejemplar: he querido releer un libro que en su momento tomé prestado de la biblioteca de la Facultad y lo he cubierto de anotaciones para viajar en el tiempo y preguntarle a mi yo de diecinueve años a dónde pretendía ella llegar estudiando Filología Inglesa.
Lo cierto es que no he sabido darme una respuesta muy convincente pero la lectura me ha encantado.
Elaine Showalter (Boston, Massachusetts, EEUU, 1941) resonaba en mi recuerdo junto con tantas otras autoras de la teoría literaria feminista de Segunda ola, formando parte de una amalgama confusa de datos almacenados y sin descifrar del todo entre los que pugnaba por salir a la luz el término ginocrítica, palabreja con ganas de provocar mi escepticismo de los veinte años. La ginocrítica expresada por Showalter plantea desde el comienzo varias dificultades para ser comprendida y en el pasado yo opté por rechazarla y oponerme a ella combativa y vanidosa.
Varias cosas: la primera, que A Literature of Their Own sólo puede descifrarse correctamente si se entiende que, en inglés, hay tres conceptos harto raritos de traducir a nuestra lengua y son la estructura sobre la que se levanta el ensayo, conceptos que Showalter emplea para dividir tres fases fundamentales en la historia de la literatura:
–Feminine phase: 1840-1880 que se caracteriza por la «imitación», una etapa en la cual se dan los pseudónimos masculinos para autoras.
–Feminist phase: 1880-1920, etapa marcada por el sufragio femenino y que se define por un espíritu de «protesta».
–Female phase: 1920- época presente, que abunda en el autoconocimiento de las escritoras, especialmente relevante a partir de 1960.
Una vez diferenciado lo que se entiende por lo «femenino», lo «feminista» y lo «escrito por mujer» podemos sentarnos a leer este estupendo libro y disfrutar subrayándolo.
Showalter se zambulle en las literaturas escritas por señoras británicas desde los comienzos sin tomar en consideración los criterios y prismas del análisis canónico tradicional, por defecto ya sabemos que inevitablemente masculino, pero no descarta a los autores; ellos también están en los capítulos que se cuajan de referencias y citas contemporáneas a cada publicación mencionada. La autora encadena títulos y observaciones teniendo en cuenta los contextos socio-culturales de las mujeres que los escribieron. Así, por ejemplo, se refiere al nacimiento del pseudónimo masculino, brote de una necesidad más que evidente:
«Puberty, menstruation, sexual imitation, pregnancy, childbirth, and menopause -the entire female sexual cycle- constituted a habit of living that had to be concealed. Like Eve’s fig leaf, the male pseudonym signals the loss of innocence».
[pp. 12]
El repaso a las obras más conocidas de autoras victorianas como Charlotte y Emily Brontë, Jane Austen, George Egerton, George Elliot o Margaret Oliphant puede resultar abrumador pero sus curiosos planteamientos animan a leer o releer los clásicos desde una nueva perspectiva. Lecturas en donde las habitaciones que confinan a las protagonistas son trasunto de la matriz y el refugio femenino ante el abuso de la tradición patriarcal y donde la recurrente locura de las mujeres (por ejemplo la de esta obra) es planteada como metáfora de la pasión sexual insatisfecha o reprimida por la sociedad victoriana.
Muchos ejemplos de este ensayo contribuyen a dibujar otro retrato de la literatura de autoras por ser todos ellos casos puestos en contexto, casos de mujeres frustradas, silenciadas y también ávidas de sensacionalismo, aburridas con sus vidas e interesadas en las vidas de aquellas a quienes ajusticiaban por cometer asesinato, fascinadas por los detalles más escabrosos de de los crímenes que sus semejantes de clase media habían cometido:
«The trials of middle-class murderesses attracted enthusiastic and sympathetic female followers […] women observers who lined up outside the courtroom every day to hear all the gory and erotic details…»
[pp. 140]
Quizás fueran necesarios los veinte años transcurridos entre mi primera lectura de esta obra y la de hoy: quizás mi prejuicio inicial fuera también parte de aquellos barrotes de los que hablaba Nabokov
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