Una ciudad asediada

Una ciudad asediada. Margaret Oliphant; trad. Jon Bilbao; Zaragoza; Fábulas de Albión, 2012

Almas indignadas

Motivos para que esta novela corta (o cuento largo) me llame la atención y me invite a ser leída: su cubierta. En la recién nacida editorial Fábulas de Albión han escogido una fotografía de impacto claro y sin rodeos; uno pasa por delante y tiene que volver la mirada, porque acongoja ese pedrusco antropomorfo que le han plantado.

Otra excusa para escoger el libro es su traductor: Jon Bilbao, por dos veces comentado en este blog gracias a sus cuentos y a la novela El hermano de las moscas. Bilbao realiza un impecable trabajo de conversión a nuestra lengua del original en inglés, cuyo argumento se ubica en Francia y está plagado de expresiones francesas. No se pierde el toque clasicista inconfundible del relato victoriano en el que se inscribe y eso está muy bien.

Que además la historia (A Beleaguered City, 1869) se refiera al levantamiento de un grupo de almas en pena contra una ciudad es tan sólo una circunstancia. Un grandioso motivo.

A doña Margaret Oliphant Wilson Oliphant (1828-1897) no debía de costarle mucho esfuerzo redactar sus cuentos. La mujer estaba dotada con una prodigiosa imaginación y su interés sobre el más allá, unido a la necesidad de comer todos los días tanto ella como el resto de su numerosa familia, eran alicientes suficientes para poner a funcionar su pluma. Se puede leer su texto con la curiosidad de quien busca entre líneas y espera encontrar alguna clave, la resolución de un misterio que no admite explicación. O también puede uno dejarse llevar por las circunstancias y no forzar la comprensión ante algo que es incomprensible.

Narrada desde los puntos de vista de varios personajes, Una ciudad asediada se centra en una pequeña población francesa, que de la noche a la mañana de un cálido y ordinario mes de junio, es invadida por una comunidad de fantasmas, de espíritus sin presencia física pero con afán reivindicativo muy tajante: «Idos y dejad este lugar a los que sí saben lo que es la vida».

Que una historia tan oscura resulte tan luminosa en su interpretación, es tal vez consecuencia del sentido irónico con el que la autora parece que la haya pulverizado.

Son hombres sin convicción ni devoción religiosa que en cuanto ven el peligro asomando a los ventanucos de sus casas, comienzan a rogar y considerar la imperiosa necesidad de una Misa, como si ésta nunca hubiese estado «de más».

Son mujeres descritas como fanáticas de la oración, piadosas hasta la estupidez que sin embargo, se olvidan de los más necesitados en cuanto «ataca» lo sobrenatural.

Es en definitiva, el escarmiento a una congregación de fieles, la colleja que recae en el cogote del descreído o del falso creyente.

Para todo aquél que quiera más datos, más saber y más profundas reflexiones, el erudito prólogo de Jesús Palacios es la mejor recomendación que se me ocurre. Bon profit!

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