We Have Always Lived in the Castle

We Have Always Lived in the Castle. Shirley Jackson. New York, Penguin Classics, 2009

Melody, Gloucester, Pegasus

Lo que importan los finales. No es que el desenlace de esta novela sea inesperado, ni que aporte un giro a los acontecimientos previos que regale un sentido nuevo al conjunto pero es una imagen poderosa: el final de We Have Always Lived in the Castle es como una fotografía antigua o un cuadro deteriorado por el paso del tiempo que el lector observa claramente antes de cerrar el libro.

En el comentario al final de la edición inglesa de Penguin, Joyce Carol Oates explica, entre otras cosas, la importancia del simbolismo mágico a lo largo de la obra. Se trata de un tipo de «magia» inventada por su protagonista y narradora, una suerte de conjuros, supersticiones, fantasías que conducen al lector hacia una conclusión final sobre sí misma y sobre el porqué de los verdaderos acontecimientos de su pasado que no debería ser sorprendente y, sin embargo, lo es. Merricat,  una adolescente quizás demasiado aniñada para los dieciocho años que afirma tener en la primera página del libro, que desea vivir en la luna y tener un caballo volador no sólo narra la historia sino que la adorna con sus propias supersticiones y con mucho, muchísimo cinismo.

No podemos fiarnos de lo que cuenta Merricat y sin embargo, no podemos evitar hacerlo, como si nos embrujara con sus palabras. Joyce Carol Oates establece una comparación entre esta técnica y la que caracteriza el estilo narrativo de The Turn of the Screw de Henry James: no hay que fiarse pero ¡qué obsesiones fascinantes! el delirio del deseo reprimido, el odio latente, el miedo al mundo exterior…

Se insinúa que Shirley Jackson, que murió antes de los cincuenta años y con un problema serio de adicción a las anfetaminas y el alcohol había sufrido una suerte de «acoso antisemita» junto a su marido por parte de la comunidad cristiana de su vecindario y que eso la inspiró para ésta y otras historias. Evocador, desde luego.

«MELODY, GLOUCESTER, PEGASUS» dice Merricat, son las palabras mágicas, antes de que todo cambie y cuando por fin cambia lo vemos perfectamente.

Y qué importante es el final.

 

 

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