El cantar de Aglaé. Anne Simon. Trad. Rubén Lardín. Barcelona: La Cúpula, 2019
Gesta feminista
Los hechos memorables de uno o varios héroes se cantaban a través de poemas, canciones para la memoria colectiva que mitificaban las hazañas de señores que había que recordar para la posteridad.
Tralarí tralará.
Aglaé es una bicharraca fea como un dolor pero en este cómic se pretende hermosa y sensual. Todos los personajes son horrendos: una mezcla de atributos animales antropomorfos que recuerdan mucho a las fantasías de Tim Burton y Edward Gorey. Ella la lía: se queda embarazada, soltera, es repudiada por su padre, se busca la vida en un reino en donde el tirano gobernante tiene como norma asesinar a las mamás desprovistas de marido y como es lista y ejemplar se las resuelve para solucionar todos y cada uno de los embrollos en los que mete la pata.
Hasta ahí este es un cómic feminista que pondrá los pelos de punta al orgulloso gremio de hermanas y sorores, adalides del 8 M: nos encanta a todas.
Pero, hay un pero porque si no, sería demasiado fácil y no tendría ganas de escribir sobre él por aquí.
Y es que cuando Aglaé parece que ha tocado lo más alto en su escala de éxitos personales resulta que todo se complica y deja de caernos tan bien como al principio (aunque para aportar ese punto de vista objetivo están los «interludios de Simone, mujer en la sombra», puro sarcasmo).
Memorable.
Ayer regalé El cantar de Aglaé a mi amiga Marta y espero con ganas que se lo lea y me cuente qué le ha parecido, porque es una gesta y mitifica hazañas de una señora que quizás convenga recordar para la posteridad, por eso creo que es buena cosa hablar de ella o regalarla o colgarla en un blog.
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