El príncipe negro. Iris Murdoch. Trad. Camila Batlles. Barcelona: Penguin Random House Mondadori, 2017
Ángeles y demonios
Hacía tiempo que no leía ninguna novela de Iris Murdoch y había olvidado lo insistente que es, a veces, en la figura del ángel: ángeles como paradigma de belleza sobrenatural cuando un personaje se enamora, ángeles para identificar lo bueno, lo incomparable, lo idealizado e inasible. Iris Murdoch habla de los ángeles y vuelve a sus temas favoritos: las infidelidades, las ambigüedades sexuales, la elocuencia y la erudición. El príncipe negro, publicada por primera vez en los turbulentos años setenta, caldo de cultivo para esos asuntos que a ella tanto le interesan (revolución sexual, social y política) además, introduce y cede un asiento en primera fila a la obra de Shakespeare por excelencia, Hamlet.
Yo, después de toparme con Hamnet, cualquier texto que vuelva a las tribulaciones del consabido príncipe de Dinamarca me parecen interesantes, qué le vamos a hacer.
El príncipe negro reta al lector a creer o no creer a sus narradores de un modo similar a como lo hacía Emily Brontë en Cumbres Borrascosas. La mentira, la exageración, la fanfarronería y la locura juegan a las cartas e intercambian misivas a lo largo de la historia hasta alcanzar un final sorprendente que redondea y pule con cera una novela, por otra parte, magnífica.
Además de Hamlet, referencia explícita a lo largo de toda la trama, se cruza en ella también otro arquetipo reconocible: el del adulto avejentado que se enamora hasta el tuétano de la jovencita inocente pero con inquietudes artísticas que la vuelven irresistible a ojos del primero. Tal vez Iris, en un ejercicio suyo habitual, se proponga arrastrar a los personajes al ojo del huracán del destino aciago y descontrolado y culpe a la pasión amorosa (ese «dios negro» que todo lo consigue sin tener en cuenta los daños causados a su paso) de los actos enajenados de los protagonistas. Tal vez, en cualquier caso la novela arranca magistral y así se mantiene hasta un desenlace tan original como inesperado.
Poco importa si es culpa de un dios negro, de un príncipe indeciso o de unos ángeles sin sexo pero poseídos por la pasión amorosa: afortunadamente hay muchas más novelas de la autora al alcance del lector. Podemos seguir cuestionándolo todo.
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