Gente normal. Sally Rooney. Trad. Inga Pellisa. Barcelona: Penguin Random House, 2019
Tormentas
Imagino que llegar a la última línea de Gente normal coloca al lector en un estado de cierto desamparo, incertidumbre y extrañeza; supongo que la cercanía con unos personajes como Connell y Marianne, dos chavales nacidos y criados en un pueblo irlandés durante los años noventa y los dos mil se siente durante la lectura y se pierde, para siempre, en cuanto esta se interrumpe llegado el final y no importa la edad que ese lector tenga, ni sus orígenes, ni la formación académica que haya recibido o el calor afectivo que haya envuelto su vida hasta la fecha.
Creo que nada de eso importa a la hora de dejarse conmover por Gente normal porque todos nos sentimos por un motivo u otro unidos a esas extrañezas que definen la relación de estos dos chicos e identificados con ellos.
Sally Rooney (Castlebar, Irlanda, 1991) dio una lección con su primera novela que vio la luz cuando ella tenía veintiséis años; al año siguiente publicó Gente normal. Que una veinteañera explique a través de diálogos casi encriptados sentimientos profundos y tenebrosos acerca de personalidades depresivas y lo haga tan bien es de extrañar, es raro, pero todavía lo es más que conecte con tantos lectores, tantas personas, tanta gente «normal».
Porque somos normales ¿no?.
El tira y afloja que viven el chico de familia humilde y la chica de familia pija, las dos mentes más brillantes de su instituto, su colegio universitario y su variable círculo de amigos es algo así como un «ojalá que fuera todo fácil y funcionase pero qué pena que no lo es y, precisamente no siéndolo, qué bien que sucede, cómo escuece, cuánto aprendo de ello: persigamos la tormenta». Gente normal habla de dos personas especiales; a través de la lectura podemos leer su retorcido pensamiento, sus voluntades y entendemos aquello que en la vida real no se comprende pero se intuye o se pasa por alto.
Casi todo.
Hay maltrato psicológico y físico, complejos, autolesiones, fantasías sadomasoquistas, se consumen drogas y se bebe alcohol, se baila en fiestas y se frecuentan pubs, se estudia, se lee, se huye y se suceden cuatro años entre comienzo y final de Gente normal. El sexo se separa del amor y el amor del sentimiento romántico; la amistad se descifra y la muerte parece que amenace a la vuelta de cada párrafo.
Nada parece normal en esta historia pero ay, si la vida fuese así.
Ay, si la vida no fuese tan normal.