Lincoln in the Bardo

Lincoln in the Bardo. George Saunders, New York, Penguin Random House, 2017

Lo que hacen en las sombras

La papeleta de comentar, valorar y analizar una novela como ésta, la primera del prestigioso cuentista George Saunders (Amarillo, Texas, 1958) no se resuelve así como así. Llega a mis manos por manos de terceros que la regalan a segundos, hasta dar con las mías que la atrapan y devoran curiosas e impacientes.

Lincoln in the Bardo, en la línea de las novelas raras de rara estructura y todavía más raras interpretaciones, pone a un grupete bien majo de espíritus que se niegan a aceptar su condición de muertos, soltando monólogos a troche y moche durante la noche en la cual el presidente Abraham Lincoln acude a visitar el cuerpo de su recién fallecido hijo Willie en el cementerio de Oak Hill, en Washington, durante el segundo año de conflicto tras el inicio de la Guerra de Secesión.

Parece que la imagen de ese padre destrozado por la pérdida de su joven criatura conmovió a Saunders hasta el punto de verse en la necesidad de construir esta novela «antes de que el tiempo se le echara encima» y así, hasta hoy, con el Man Booker Prize 2017 bajo el brazo.

No es una historia de fantasmas, aunque sean las voces de los muertos las que cuentan lo que sucede en cada momento: Lincoln in the Bardo es una sucesión de monólogos, de citas inventadas y referencias bibliográficas reales de las crónicas de la época; las pocas horas que dura esa noche se condensan en páginas y páginas de recuerdos de cada personaje muerto y entre todos, construyen la imagen de un conjunto de naciones o «Estados» que «Unidos» siempre funcionan mejor que independientes. Sí: la poca sutileza del autor en cuanto al patriotismo del contenido es patente y evidente.

Cómo estirar una anécdota real y darle la trascendencia que logra Saunders es un tema digno de estudiarse. Entre todos los espíritus parlanchines se cuentan varios desgraciados que antes de perder la vida dejaron asuntos pendientes entre los vivos; esos asuntos los mantienen en la cripta «existiendo» en una suerte de bucle eterno en el cual se narran a sí mismos sus desgracias una vez tras otra. Cada uno adquiere una apariencia diferente, según el dolor que arrastre (malformaciones, posturas penitentes, etc) y el pobre de Willie Lincoln no acepta marcharse porque su padre ha ido a visitarle y espera a que regrese.

Porque la cripta no es el lugar natural de esos personajes y sin embrago, están ahí «viviendo» en el Bardo, ese estado intermedio «entre vidas» de origen budista que Saunders revuelve estiloso y gracioso con el del Purgatorio cristiano.

En serio, no es una novela de fantasmas: es algo muy diferente (a todo lo demás).

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