Flores que se abren de noche, Tomás Downey; Madrid: Paripé Books, 2021.
Reventón
Cuando el recipiente contenedor ya no resiste su contenido, en el momento en que pierde su capacidad debido al peso de aquello que está condenado a soportar, entonces, se rompe, se resquebraja, abre rendijas y grietas que terminan por hacer reventar al objeto. Cuando todo sale afuera desaparece el misterio y, lo que estaba oculto, queda expuesto, por la fuerza (o por la falta de ella) es perturbador a ojos de quienes habitamos ese espacio exterior compartido: nos da miedo.
La vasija estalla y todo se desparrama ¿y ahora qué? Ahora se narran las historias y Flores que se abren de noche se compone de cuatro: la que da nombre a la antología, «CET», «La paciencia» y «Hombrecito».
Relatos todos ellos que plantean lo imposible y fantástico en el marco de lo real y posible, siempre a partir de un límite que se ha sobrepasado: un delito, una infidelidad, una negligencia o una traición de amistad. Tomás Downey (Buenos Aires, Argentina, 1984) con una facilidad sólo al alcance de los buenos narradores de cuentos, cuenta sin excederse en adornos, narra y da un paso más allá, hacia la reflexión sobre lo narrado.
Los cuatro cuentos contenidos en Flores que se abren de noche conceden protagonismo a invasiones alienígenas, a avances en medicina que arriesgan los principios morales de pacientes y tutores legales de los mismos; se vuelven desagradables e incomodan, precisamente, porque escarban en la realidad del lector, esa que se encuentra al borde mismo de su credulidad hacia lo narrado.
Cuatro cuentos que lo empapan todo en cuanto salen por la grieta, antes del reventón.
Vayan con cuidado porque el charco está sucio y puede contaminarles.
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