Germinal. Émile Zola. Trad. Mauro Armiño. Barcelona: Austral, 2005
Entibado
Cuando en riesgo de derrumbamiento se entiba una excavación, ésta se refuerza en sus cimientos para evitar así el derrumbamiento, es decir: se apuntala. La mina, profundidad ahondada por el hombre, es la que ha de entibarse, contraerse en las paredes que forman su hueco para que no se hunda. El entibado, por tanto, soporta desde lo más profundo y previene la catástrofe.
En ese agujero de tierra que toca con aguas estancadas, minerales y oscuridad sin nombre es en donde nacen y se gestan los monstruos que un día salen a la superficie y desencadenan ese temido caos, ese descontrol enbravecido, brutal, bestial y es el miedo ante la inminencia de ese desastre el que articula la historia de Germinal.
Porque el obrero quiere pan pero el patrón, siempre atento a sus propios intereses, recorta sus ya mermadas pagas y en consecuencia familias enteras se mueren de hambre, también de frío, de desesperación y de injusticia. Zola baja en una de las jaulas que conducen a los mineros a su puesto de trabajo, los acompaña en la faena, los ve despellejándose las manos y pudriendo sus pulmones, retrata sus miserias y luego asciende de nuevo para sentarse a comer en la mesa de los burgueses, los señores con insatisfacciones cotidianas que ignoran lo que es no tener nada.
Etienne llega al pueblo minero y enardece a su comunidad oprimida para que tome consciencia, no ya del problema porque éste es la angustia de cada día, sino de la solución: la revolución traerá el cambio y el cambio constituirá la mejora.
El proletariado se moviliza pero el entibado, lejos de tomar consistencia, se resquebraja, se viene abajo. ¿No es acaso esta la situación que la sociedad está condenada a repetir por los siglos de los siglos? Que la tierra se regenera y germina para volver a nacer y rugir con fuerza, luchar y morir, de nuevo.
Publicada en 1885 y documentada a partir de la crisis económica de 1866 y la epidemia de cólera vividas en Francia, Thomas Mann la encajó en el ámbito de lo sobrenatural y sin duda, se trata de una novela escalofriante en su crudeza y que personifica ese latido de la tierra para defenderse de sí misma en cada párrafo: lo que ha de cambiar, cambiará si hay movimiento, el mismo movimiento que puede destruirlo todo y obligarlo a nacer de nuevo.
Abominable.
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