Encuentros en el museo feminista virtual. Tiempo, espacio y el archivo. Griselda Pollock. Trad. Laura Trafí-Prats. Madrid: Cátedra, 2010
Mujeres para una exposición
Hay esperanza, sin duda: por mucho que Griselda (Bloemfontein, Sudáfrica, 1949) se ría de las «prótesis tecnológicas» que soportan los museos virtuales a día de hoy y por mucho que el suyo no sea eso estrictamente (es «virtual» porque lo imaginamos al hilo de la lectura de su ensayo, no porque se contenga realmente en ningún espacio físico por medio de estas prótesis) reunir y poner en diálogo diversas fuentes saltando por encima de las épocas, las corrientes artísticas y las nacionalidades es posible y es muy interesante.
Encuentros en el museo feminista virtual. Tiempo, espacio y el archivo propone la inclusión transversal (cómo nos estamos aficionando a esta palabra últimamente, hay que ver) de representaciones artísticas hechas por mujeres, que representan a mujeres, interpretadas por mujeres o con una lectura implícitamente feminista.
La autora, profesora de Historia Social y Crítica de Arte en la Universidad de Leeds desde hace mas de cuarenta años, plantea la problemática de un análisis artístico pero también psicológico, antropológico y social de determinados iconos de representación como nunca antes se habían planteado: unos en relación con otros y todos en conjunto en relación al feminismo, a la mujer no como «negación del hombre» sino como mujer y mujer artista, modelo, autora, intérprete…
Desde las tres gracias en la versión de mármol esculpidas por Antonio Canova y que se conserva en el Victoria & Albert Museum de Londres hasta las reproducciones pictóricas de Bracha Ettinger de fotografías de mujeres judías a punto de ser ejecutadas durante el exterminio nazi, el ensayo recorre las esquinas y los recovecos de lo que pueda considerarse «análisis feminista» y también, de manera un poco inesperada, invita a Sigmund Freud -y a su colección particular de esculturas- a participar.
Detalles, revelaciones: que la caja de Pandora «al igual que la interpretación cristiana de Eva, conecta la curiosidad femenina, especialmente sobre su propia sexualidad, a la transgresión y el peligro» y claro, debe permanecer cerrada y nunca deberá abrirse ni conocerse; o respecto a las melenas femeninas son «signo desplazado de una pelambrera reprimida, secundaria, sexual, que incita un terror narcisista suficiente para propiciar una fantasía fetichizadora sobre la corona de serpientes fálicas de la Gorgona como sustitutos múltiples de lo que no anida en el sexo de la mujer».
Pollock reserva una sala de su museo a Georgia O’Keeffe y sus flores atrevidamente sexualizadas pero también nos acerca a las ideas que ésta tenía, contrarias a buscar la diferenciación sexual en el arte porque al igual que ella, la autora sospecha «del hábito de reducir toda obra de mujer artista a la autobiografía confesional, personal o testimonial».
Tina Modotti, Josephine Baker, Virginia Woolf y Charlotte Salomon son algunas de las que contribuyen a dar forma a un museo imaginario que, hoy en día, cualquiera puede visitar si así lo desea y sin necesidad de «prótesis», aunque éstas tampoco están tan mal.
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