Cuando cae la noche. Michael Cunningham; trad. Miguel Temprano García; Barcelona; Lumen; 2011.
Lejos
Al menos, después de leer esta novela, se queda uno tranquilo por «haberla intentado» aunque la aprehensión quede a distancia.
No se entiende bien lo que pretende hacer esta historia con el lector ¿alarmarlo porque habla de algo impúdico y prohibido? Tal vez. ¿Advertirlo acerca de aquello que le podría suceder a cualquiera porque uno sólo llega a conocerse del todo cuando se ve expuesto a determinadas circunstancias? A lo mejor.
¿Aburrirlo, quizás?
La más reciente novela de Michael Cunningham, se cuenta desde el punto de vista confuso de un personaje que empieza a dudar de algo de lo que hasta ese momento había tenido certeza absoluta: su orientación sexual. Peter Harris está casado con Rebecca, periodista cultural. Viven en Manhattan y tienen una hija adolescente que prefiere ganarse la vida como camarera a seguir viviendo en casa de sus padres.
Ese es el contexto en que se sitúa la historia, a partir de ahí, la narración no sale de los márgenes pulcramente marcados por la mente de su protagonista Peter Harris, un improvisado interlocutor que charla animadamente consigo mismo a cada punto y aparte del cada párrafo, que se pregunta y se contesta, se sorprende con lascivos comentarios salidos de contexto y se invita educadamente a la digresión, se hace chistes y se ríe de ellos, para sí mismo y desde luego que para nadie más. Es insoportable.
Lo que irrumpe en la apacible vida de este acomodado intelectual de Manhattan es la belleza misma como nunca antes se había manifestado ante él, en ninguna de las formas posibles y aun a pesar de convivir y trabajar codo con codo junto a ella (es dueño de una galería de arte, casualmente).
El hermano adolescente de su esposa, se instala en el loft de la pareja durante una temporada y se convierte en un problema. El descarriado jovencito no duda en pasearse desnudo por la cocina en plena noche y en dejarse ver, esplendoroso y seductor a cualquier otra hora del día.
Pero si los verdaderos problemas de Humbert Humbert no eran la consciencia plena de su deseo incontrolable por una niña de trece años, sino el recuerdo de aquella otra que murió antes de que él pudiera siquiera disfrutar del amor adolescente de ambos y que lo anuló para siempre como amante adulto, en el caso de Peter Harris, los recuerdos de su infancia son un lastre importante del que no se ha liberado.
Y ¿qué más? por supuesto que algo hay de Tazio y de Asembach, además de las referencias explícitas e insistentes: Manhattan se pudre y aunque no huele tan mal como la Venecia de Mann o Visconti, la gente enferma y muere y la crisis económica hunde los mercados.
Cuando cae la noche se deja leer pero con cierto esfuerzo, porque es atractiva en su propuesta de que la incertidumbre ataque a un personaje tan seguro de sí mismo pero le cansa a uno tanta reflexión «por dentro», tanta insistencia en ese ácido corrosivo que es lo que uno piensa y no comenta a nadie.
Además, el problema de lo bello y lo destructivo, lo prohibido y lo anhelado, lo perecedero, lo efímero, lo que existe y se desea únicamente por el modo en que uno lo imagina, independientemente de como sea en realidad. Mejor desde lejos. La proximidad es decepcionante.
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