Deliriu.; Lauren Oliver; trad. Carmen Valle Simón; Madrid; SM; 2011
In the mood for love
Me doy cuenta con esta novela, de que hay cosas que uno cree firmemente, en las que confía sin dudar por el mero hecho de haberlas aprendido así y no porque uno las haya descubierto por sí mismo de esa manera. A Lena/Magdalena, la protagonista de esta historia, le han dicho que enamorarse es lo peor que te puede pasar en la vida, que es como contraer una enfermedad incurable y contagiosa y que, para protegerse, lo mejor que puede hacer es someterse a una intervención quirúrgica al cumplir la mayoría de edad, para que le seccionen la parte del cerebro que desarrolla ese tipo de emociones y así pueda vivir el resto de su vida “tranquila” y sin sentimientos.
Entonces ella va y se enamora. Ya tenemos conflicto y, por consiguiente, ya podemos leer una historia.
Sin embargo no era a esta epifanía adolescente a la que yo me refería cuando he dicho que me había dado cuenta de que hay cosas que creemos conocerlas tal cual son, pero que sin embargo sólo las vemos como nos las cuentan. Hablaba yo de literatura y, concretamente, hablaba de la tragedia en cinco actos que es Romeo y Julieta.
Sí, William Shakespeare fue uno de los mejores divulgadores de sabiduría emocional escrita. Ni Punset ni leches: cada comedia, cada drama y cada tragedia escritos por este hombre (a su vez reescritos y retocados una y mil veces para amoldarse a las preferencias de cada público y de cada representación, puro márketing en el siglo XVII) son un ejemplo de comportamiento humano ancestral. Hamlet es la “duda paralizadora”, Othello son los celos, Romeo y Julieta es el amor…
Un momento: Romeo y Julieta es el amor, sí, pero no de cualquier tipo ni procedencia, es el fiel retrato de amor adolescente.
Delirium, una novela que ha arrasado en los foros de internet desde que vio la luz el año pasado, que ha sido comentada y reseñada por blogueros de todo el planeta y que se sigue vendiendo generosamente a día de hoy, menciona la tragedia de Shakespeare en varias ocasiones y es que “le debe más de una”.
Para sentarme a escribir esto, he tomado del estante mi ejemplar de Romeo y Julieta, lo he abierto y he recordado quien era yo en el momento de leerla (lectura obligatoria en 2º de B.U.P. por el sistema educativo de 1997). La cubierta lo dice todo: se trata del cartel de la película de Baz Luhrmann protagonizada por Leonardo Dicaprio y Claire Danes, una muy buena adaptación que no sólo era fiel y respetuosa con el texto original, sino que iba clarísimamente dirigida a un tipo de público que se la comió con patatas durante el tiempo que duró en cartel.
Y es que con quince años, todo parece excesivo y el amor sólo se vive de manera extrema. Así son los capítulos en la novela de Lauren Oliver, cargados de sentimentalismo y emotividad, con descripciones que se desparraman en admiraciones de un cielo particularmente hermoso o un cabello que no esa marrón, sino “castaño dorado, como las hojas en otoño justo cuando cambian de color”.
Están bien los quince años, es una edad bonita. Cuando uno aprende a relativizar las cosas y a encajar cada sentimiento en su sitio siente que se ha hecho mayor.
Afortunadamente, la adolescencia no dura para siempre pero es muy productiva para inspirar a los artistas. No hacen falta operaciones, pero hay que pasar por ella.
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