Love Streams. John Cassavetes, 1984
Corriente alterna
No me pasa siempre porque no todos los días veo películas y pocas veces las veo acompañada pero en las últimas semanas está siendo así: las veo con alguien, se terminan y no puedo dar una respuesta a la pregunta de si me han gustado o no porque necesito tiempo. Necesito respirar lo que he visto.
Años hace que me enamoré de Gena Rowlands bailando alocada El lago de los cisnes en A Woman Under the Influence (1974) en la que es, creo, una de las mejores lecciones interpretativas que puede darse gratis a cualquier actriz: ver esa secuencia y dar gracias al santísimo por estar viva en el siglo de las reproducciones digitales infinitas en el confort del hogar.
Pues bien, una década después del estreno de aquella y diagnosticado de una enfermedad que iba a acabar con él en seis meses, John Cassavetes se lanzó a rodar una adaptación libre de la obra de teatro homónima de Ted Allan. Él todavía viviría cinco años más. La película iba a seguir poniendo los pelos de punta a quien la viera hasta el día de hoy.
Más o menos expresa, como hacen siempre las películas de este hombre, los momentos exactos en los que suceden esos acontecimientos de las vidas de los personajes que no suelen ser motivo central en las historias, pero que las determinan, como el respirar, vaya: ese clic que separa la cordura de la «normalidad», el momento en que alguien rompe a llorar justo antes de que lo haga (o inmediatamente después), el miedo a quedarse solo, el miedo a saber que se está completamente solo y ese tipo de asuntos.
La vida.
Love Streams explora una relación (la de dos hermanos) y a su vez traza las demás relaciones que interfieren en ésa (las que sus protagonistas mantienen con sus amantes, sus ex parejas, sus hijos y en general, con el resto de sus vidas) pero aunque el título pueda inducir a pensárselo, lo cierto es que nada fluye en ella. Absolutamente nada y por eso la película es un maldito caos.
No es una cinta de primeros planos, esta vez Cassavetes opta más por el arrastre que por el acercamiento compulsivo. Love Streams salta de una trama a otra y deja que sea el espectador quien conecte el argumento como buenamente pueda. La «corriente del amor» puede ser desbordante, desde luego, porque pocas cosas más bonitas que una mujer que regala a su hermano un par de caballos enanos, una cabra y varios pollos para que aprenda a estimular sus afectos «por algo» y sin embargo, esa corriente también puede interrumpirse y estancarse pero nunca se termina, ni siquiera cuando la película llega al final y tampoco cuando Cassavetes cuela elementos perturbadores que más parecen prestados de David Lynch que cosecha propia.
Mirar a Gena Rowlands volverse adorablemente loca y luego, tomar aire.
Gena Rowlands a flor de piel, diciendo aquello de que casi no está loca. Y preciosa la escena en la lluvia, con el gesto de los hermanos a través de la ventana. No digo más por no destripar, pero tremenda.
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Gena conmovedora siempre.
Gracias por tu comentario, Juan Pablo y por pasarte por el blog.
Saludos,
M.
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