Los eduardianos. Vita Sackville-West. Trad. María Luisa Balseiro. Barcelona, Tusquets, 2018
Despacito
Estoy leyendo Los eduardianos. No la he terminado porque mi intención es alargar lo máximo posible su lectura. Vita me está enseñando a escribir y ese tipo de lecciones hay que tomárselas con calma.
¿Cómo me siento leyendo Los eduardianos? Pues insignificante, la verdad, me apetecía explicarlo. Esta novela, que trata de las frivolidades de la aristocracia inglesa de los tiempos en lo que las señoras se escondían almohadillas entre el pelo para hacerse recogidos enormes y clavarse horquillas a diestro y siniestro a mí me colma de gusto pero me empequeñece como persona del mundo.
Vita escribe y su lectura es un regalo. Si Manuel Vilas expresaba hace unos días su pesar al tomar consciencia de que en la vida no se puede leer todo lo que uno quisiera y que a veces hay que salir a la calle y vivirla, yo leyendo las descripciones que esta mujer hace de la jet set inglesita de su época (de sí misma y de sus colegas, vaya) me siento igual pero a la inversa y quiero llegar a mi casa y recogerme de la vida y dejar que toda esa maraña de cotillas vanidosos, consentidos y soberbios que deambulan por la mansión Chevron, poco a poco y con mesura, despacio, me recuerden lo que me gusta a mí escribir.
Aunque me sienta del tamaño de uno de los alfileres que las eduardianas se clavaban en el sombrero. Nada más.
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