Serotonina. Michel Houellebecq. Trad. Jaime Zulaika, Barcelona: Anagrama, 2019
Nacht ohne Ende
El protagonista de esta historia es un gilipollas; superado el trauma y aclarado este punto: hablemos del libro.
«Incluso cuando te adentras en la auténtica noche, la noche polar, la que dura seis meses seguidos subsiste el concepto o el recuerdo del sol. Yo había entrado en una noche sin fin y sin embargo, en mi interior subsistía algo, mucho menos que una esperanza, una incertidumbre, digamos».
¿Cuánto tendría que decir Zygmunt Bauman respecto a los planteamientos y el argumento de Serotonina? Intuyo que bastante, porque no es casual que se narre aquí la desesperada perspectiva de la vida en un mundo que, de tan líquido, ha acabado diluyéndose.
Los modos y maneras que desarrolla Michel Houellebecq para contarlo me dicen que son los habituales pero, ah, es que yo no he leído ninguna otra novela suya. Me ciño a lo que acabo de conocer.
En una sociedad que ha desistido en el empeño por construir estabilidad, firmeza, referencias que no sean las de uno mismo y el compromiso hacia nada (y muy especialmente hacia nadie) un personaje despreciable ─ya lo he dicho─ opta por rendirse. No por identificarse con un nuevo paradigma, no por conformarse con un devenir de acontecimientos que escapan al control de uno porque uno ya no sabe en qué creer y las cosas ya no son como eran. No: Florent se rinde.
Encuentro maravillosa una narración de desprecios constantes hacia todo aquello que constituye el mundo que conocemos y habitamos (el protagonista se mueve entre España y Francia), estudiamos (de formación agrónoma, Florent lo relaciona todo con el humus del cual está hecha la vida que comienza cuando otra acaba y la nutre) y en el cual aspiramos a perpetuarnos pese a todo (el sexo, ese gran motor que empuja al protagonista a ser quien es) porque es el relato de la desidia agresiva el que más justamente puede criticar lo que somos y eso es algo que nunca está de más.
Retrato del colapso social en donde lo cotidiano es la crisis de agricultores y ganaderos (productores de alimento, alimento para la vida, paradoja) que se manifiestan por las condiciones abusivas de los tratados en las administraciones correspondientes y acaba todo como el rosario de la aurora. Lo vemos en las noticias y es lo normal.
Serotonina, que hace referencia a la hormona que segregamos cuando nos sentimos reconocidos dentro de un grupo y que Florent sólo produce mediante la medicación adecuada con los efectos adversos consiguientes resulta que también es una sustancia que producen unos bichos tan poco sociables y necesitados de autoestima como las amebas. Magnífico.
Sigamos remando.
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