Yo la busco. Sara Gutiérrez Galve. 2018
…y no la encuentro. Mi manera de sentir
Antes todo era más sencillo. Las personas se encontraban (con o sin buscarse) se arrejuntaban (con o sin casarse) tenían hijos (intencionadamente o no) y la vida seguía. Antes los treinta años sorprendían a la gente en mitad de una familia, una hipoteca y un conjunto de responsabilidades que habían de masticarse y tragarse sin alternativa.
Antes «todo esto era campo» supongo.
Hoy en cambio no es así. Nada es así y casi todo es cemento.
La primera película de Sara Gutiérrez Galve (Barcelona, 1994) explora de una forma muy sutil y muy bonita ese cemento de posibilidades que afectan a los de mi generación (que no la suya, me temo) los «treinta y…» del despiste.
Hablaba hace poco con alguien de lo equivocado que está uno cuando tiene veinte años y se cree que ya sabe las cosas, que luego llega a los treinta y se da de bruces con la incomprensión, el miedo y sobre todo, la inseguridad pero se consuela una pensando en que con suerte luego vendrán los cuarenta, los cincuenta, los sesenta… y que en algún momento se acabará encontrando.
Max busca en plena noche. No sabe si va a encontrar, pero sale a la calle y busca. En Barcelona, como en cualquier sitio, no ocurre nada bueno a partir de las tres de la mañana (que ya lo dice Ted Mosby en How I met your mother, no lo olviden) pero Max viaja en ese espacio y ese tiempo y en su periplo, igual que Ulises desde el Eixample hasta Horta, es seducido por sirenas y se enfrenta a cíclopes y lestrigones, de todo.
Yo la busco es una película llena de detalles bonitos, con música bonita y con guiños al espectador atento, que trata la complejidad de los sentimientos cuando todo vale y no nos atrevemos a nada, o lo que es lo mismo: es una película sobre la cobardía sentimental en tiempos descritos por gente como Roy Galán.
Alegría de vivir.
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