Risa en la oscuridad

Risa en la oscuridad; Vladimir Nabokov; trad. Javier Calzada; Barcelona, Anagrama 2018

La bruja

En 1938 se publicaba esta maravilla de la mala leche; todavía faltaban más de veinte años para que Lolita o esas conocidas «confesiones de un viudo de raza blanca» vieran la luz. Los tormentos de un atormentado eclipsado por los encantos de una nínfula hiperconsciente de su poder sobre él pero ignorante del resto de las cosas de la vida hicieron muy famoso a Nabokov. Lolita-luz-de-mi-vida-fuego-de-mis-entrañas ha sido injustamente maltratada por la iconografía y el diseño de moda, la mala interpretación de un amplio colectivo de no-lectores y no-lectoras prestos y prestas a escandalizarse de lo que no tienen ni puñetera idea ha castigado a esa joya de los libros que es en definitiva Lolita.

Pues bien, sin saberlo aquí me he tomado mi particular venganza.

Risa en la oscuridad es la mejor medicina para la enfermedad de la incomprensión de Lolita. Animo a que se lea, que se lea mucho. Yo la descubro tarde, vaya, pero si la dicha es buena ya se sabe que se puede.

La historia de Risa en la oscuridad se sintetiza en su primer párrafo y de ahí se sigue avanzando con detalle hasta que se termina y a una se le queda cara de pésima escritora, cuando comprende que sólo tipos como Vladimir Nabokov eran capaces de escribir así: desarrollando en poco más de doscientas páginas a unos personajes perfectos, profundos y lógicos hasta la rabia.

De entre todos ellos, ella, Margot, la bruja por antonomasia. Dolores Haze a su lado es una mocosa consentida que no se entera de qué va la vaina; Margot es una calculadora e inteligente víctima que lucha hasta salirse con la suya y abusa sin remordimientos de quien puede. Por supuesto, de él: Albinus, el hombre maduro enamorado hasta el tuétano de la juventud de Margot, que lo deja todo (cerebro incluido) por la chavala. Entre ambos hay familiares y estorbos pero sobre todo la tercera punta de la bizarra figura geométrica que todos conocemos; se trata de Rex, el macho listo.

El resto es un predecible rosario de la aurora pero, qué bien que está contado.

Lean por dios. Lean que es lo más.

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