Los judíos y las palabras. Amos Oz y Fania Oz-Salzberger. Trad. Jacob Abecasís y Rhoda Henelde Abecasís. Madrid, Siruela, 2014
La vida secreta
«La vida es como conducir un automóvil con parabrisas opaco. La única guía que tienes son tus espejos retrovisores. Es así como estamos todos destinados a conducir»
El próximo 17 de abril coordino una sesión del gabinete de narrativa que imparte La Central en Callao, Madrid dedicado a Amos Oz y su obra Una historia de amor y oscuridad. Eventos y oportunidades, vaya. Conmigo estará conversando Diego Moldes, que dirige la Fundación Hispano Judía y que tendrá interesantes palabras que aportar a la sesión.
Las palabras, algunas tan valiosas.
Leo Los judíos y las palabras animada por Diego, precisamente. Me dice que es una conversación entre el autor de Una historia de amor y oscuridad y su hija Fania, sobre los motivos y las razones de que la cultura judía y su lengua hebrea valoren en la forma en que lo hacen la transmisión del lenguaje generación tras generación. Me suena bien.
Y es que es curioso, porque ambos, un padre y una hija con un poso intelectual que justifica los medios, todo hay que decirlo, se enzarzan en un discurso admirable que primero toca el palo de la «continuidad», luego el de la «voz de las mujeres» (sí, ahí me quería yo detener) del sentido del «tiempo» y la perdurabilidad del lenguaje y finalmente, el del concepto que los judíos tienen de sí mismos en tanto que colectividad.
Se trata de un ensayo que completa de manera significativa la lectura de Una historia de amor y oscuridad y en general, cualquier lectura de un texto procedente de lengua y cultura hebreas, así son ellos: si algunos personajes de aquella novela mimaban el tratamiento a ciertos vocablos y los explicaban para entender porqués y cómos de sentimientos y situaciones cotidianas (maravillas del respeto a la etimología) aquí se profundiza en los rasgos de su cultura, de la colectividad judía (la religiosa, la racial, la geográfica y la comunitaria) para explicar que sí, es importante detenerse en las palabras y conocer no sólo de dónde vienen, sino muy especialmente: hacia dónde van.
Las palabras nos definen, el lenguaje nos abre las puertas de la comunicación pero también nos configura y nos concede una identidad propia. Pasen los años de cien en cien.
Miremos hacia él, cuidémoslo y escuchemos sus historias secretas.
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