Trilogía de la guerra. Agustín Fernández Mallo. Barcelona, Seix Barral, 2018
Cuéntalo todo
Encuentro que este texto recientemente premiado con el Biblioteca Breve (2018) me lo quiere contar todo todo y me dan vértigos.
A mí me parece que hay escritores que ambicionan y que se retan a sí mismos con cada nuevo proyecto, autores que viven en un más-difícil-todavía permanente y no descansan, no se lo permiten, no pueden hacerlo; otros, creo, se quedan por el contrario en el espacio conocido de su zona de cómoda maniobra, saben hasta dónde alcanzan sus dominios creativos y trabajan a conciencia lo mejor de aquello que saben que saben.
Eso me parece (y de eso he sido testigo, también).
Trilogía de la guerra es sin lugar a dudas un caso de los primeros. Su autor Agustín Fernández Mallo (A Coruña, 1967) arrastra a los que lo leen hasta el fondo de su «paranoia particular» y una se deja envolver feliz como una lombriz por toda una narración de delirio y empatía.
Y sin embargo hay mucha lógica y mucho entendimiento dentro de lo que se cuenta en este libro, aunque una pueda pensar lo contrario antes de leerlo y a nada que le expliquen de qué va.
¿De qué va? va de un autor (o de tres, o de más) que cada cierto tiempo en la trama que está contando (que es una y que son tres y muchas más) se desvanece y pierde todo contacto y recuerdo de la realidad que acaba de describir. Va de los conflictos que forman las guerras del mundo de esos narradores, del caos ordenado que nos conecta de inmediato en la red que no siempre es exclusivamente virtual.
Trilogía de la guerra perfila diferentes escenarios que tocan la isla gallega de San Simón, Nueva York, Los Ángeles, Turín o Cabo Polonio en Uruguay. Su narrador (sus narradores) nada (y nadan) en sus propias aguas recordadas y a medida que leemos y notamos patrones repetidos, sentimos que esa lectura se vuelve sueño confuso o pesadilla. Los personajes se mezclan entre sí, unos usurpan la conducta de los otros, se adueñan de sus características y todo sucede poco a poco, un capítulo tras otro hasta llevarnos al centro mismo de su espiral de paranoia.
Lo que al comienzo parece un relato ligero con pequeños y preciosos apuntes para reflexionar que se salpican aquí y allá y que funcionan de maravilla, acaba retorcido en una trama-bucle de autorreferencias, repeticiones y siniestra información cruzada tan ambiciosa, tan totalizadora y tan excesiva que puede provocar vértigos.
Querer escribirlo todo, sí, hay escritores que sí.
Otros sencillamente no quieren llegar al centro de ninguna paranoia porque no la hay o porque no les interesa. Son diferentes.
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