Contar es escuchar. Sobre la escritura, la lectura, la imaginación. Ursula K. Le Guin, Trad. Martín Schifino. Madrid: Círculo de tiza, 2018
Descalzas y de granito
Quise aprender a escribir ciencia-ficción. Una vez, quizás movida por el aburrimiento y el gusto por los retos de más bien compleja ejecución (si no ¿qué sentido tienen los retos?) busqué un curso para desempeñarme en este tipo de escritura. Lo encontré. Llegué hasta la escuela, husmeé a través de la ventana desde la calle y me volví a mi casa. Nunca llegué a hacer aquel curso.
Un año más tarde conocí a una persona relacionada con esa escuela y le conté sobre mis frustradas incursiones en el mundo de la escritura de ciencia-ficción; se extrañó sumamente de mi interés en el asunto, decía que no iba conmigo, ni con mis gustos ni con mi manera de escribir ni con nada. Le pareció raro y yo le di la razón.
La ciencia-ficción no es para mí.
Ahora lo sé, pero no porque este tipo me lo dijera sino porque he leído las opiniones, juicios, reflexiones y cálidas conclusiones de Ursula K. Le Guin sobre lo escrito, lo leído y lo imaginado contenidas en Contar es escuchar y a ella sí quiero darle la razón.
Ursula K. Le Guin (Berkeley, California 1929-Portland, Oregón 2018) escribía, entre otros géneros, ciencia-ficción y fantasía. La visión del mundo de una mujer como ella podía producir un tipo de argumentos de una fuerza y profundidad que nada tienen que ver con mi soso estilo realista de escribir. Las cosas son así y nadie discute nada, nos parece bien.
Pero aún nos parece mejor que Ursula K. Leguin diserte, digrese y divague sobre, por ejemplo, feminismo. En esos momentos la ciencia-ficción de esta autora se moldea con la realidad, la nuestra, la de las desigualdades entre hombres y mujeres y explica maravillosas ideas.
«A veces me toman por granito. A todos nos toman por granito alguna vez, pero no estoy de humor para ser justa con los demás. Estoy de humor para ser justa conmigo. Me toman por granito bastante a menudo, y me molesta y me aflige, porque no soy granito (…) No soy sílex ni diamante ni ninguna de esas estupendas materias duras. Si soy piedra, soy una clase de piedra de pacotilla y quebradiza como la arenisca o la serpentina, o quizá el esquisto. O ni siquiera roca sino arcilla, o ni siquiera arcilla sino barro. Y ojalá los que me toman por granito me tratasen de vez en cuando como al barro (…) Solo soy barro. Cedo. Trato de acomodarme. Y así cuando la gente y las cosas enormes y pesadas se marchan, no han cambiado, salvo porque tienen barro en los pies, pero yo sí he cambiado. Sigo aquí y sigo siendo barro, pero estoy llena de pisadas y huecos hondos y huellas y alteraciones. Me han cambiado. Tú me cambias. No me tomes por granito».
Pero la cosa no termina aquí: la autora además se para a pensar en las bailarinas y en sus pies castigados, nada menos, ese tema y no otro; habla Ursula de la interpretación del cuento de La Bella Durmiente (de lo mucho que influyen para el resto de nuestra vida los cuentos que conocemos en la infancia) de los premios, de los hombres y las mujeres, del éxito y sobre todo, por encima de todo habla Ursula K. Le Guin de la escritura, de los talleres, de su sentido y su significado y yo sólo quiero abrazarla y decirle que nunca nadie me había comprendido tan bien al respecto.
«Es probable que la escritora se sienta como una personita diminuta y solitaria en un desierto cuya arena consiste en palabras. Las figuras gigantes de los Best Sellers y los Grandes Autores se alzan por encima de ella como estatuas: mira mis palabras, criaturilla, y desespera. Y esa persona solitaria y sentada puede descubrir que, en un taller centrado en el trabajo, encuentra la clase de apoyo grupal y la rivalidad colaborativa, la energía combinada que los actores, los bailarines y los músicos, los artistas escénicos en general, hallan todo el tiempo.
(…)Tal vez el escritor pueda llevarse parte de esa energía a casa, no después de ‘aprender a escribir’, sino de aprender qué es escribir».
Porque mis pies están hechos polvo de haber bailado tanto y porque a mí lo que me dicen, me afecta y me moldea como al barro.
La ciencia-ficción no es para mí. Los talleres, tampoco.
De Úrsula solo he leído «Un mago de Terramar» cuando era pequeña y recuerdo que me gustó aunque no he vuelto a leer nada más de ella. Me gusta mucho como escribes ( aunque por ahora solo haya leído esta entrada) , muy directa. Creo que el estilo directo escasea en general en la ciencia ficción y en la fantasía ( una pena). Un abrazo!
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Gracias por pasarte por aquí I. Yo no había leído nada de esta autora pero la conocía por referencias de otros.
Estoy de acuerdo contigo en que escasea la expresión directa en mucha de la (ciencia) ficción. A veces puede que se confunda con literatura «pop» y más bien tirando a soez jajaja. Esa si que triunfa.
Un saludo!
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Que bella reseña de este libro que pronto tendré en mis manos, gracias por tus palabras. Cualquier pisada o mano puede cambiar la forma del barro, tierra mojada que se entrega al constante cambio de lo que pasa por ella, pero solo un par de manos pueden transformarla en arcilla, en una materia capaz de adquirir una forma única que logre soportar con entereza lo que hacia ella venga. Quizá sean nuestras propias manos las que nos permiten pasar de ser barro a arcilla, de ser maleables a darnos forma, de la fragilidad a la fortaleza. También soy barro ante las palabras, ante los actos, ante el resto del mundo que a veces me quiebra en mil pedazos, pero quiero ser arcilla, quiero darle forma a la luz que se cuela en medio del barro oscuro y espeso. Sí, es eso. Darle forma a la luz.
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