Sylvia Plath. Diarios

Sylvia Plath. Diarios. Trad. José Luis López Muñoz, Madrid: Alianza, 1996

Su mujer

Ted es un genio. Yo, su mujer.

(Boston, 1958)

Desde la perspectiva de quien aspira a mucho más de lo que se propone realmente, cualquier logro de otro, sea o no conocido, sea o no un ser querido supone un impacto aniquilador.

Creo que a esa conclusión llego después de desayunar, merendar y cenar con Sylvia en las últimas semanas.

¿Por qué leer los diarios de Sylvia Plath (1932-1963)? ¿Por qué leer los diarios de nadie? Tal vez por encontrar en aquel que se narra a sí mismo las respuestas a las preguntas que nosotros, lectores pasivos, no nos hacemos.

O tal vez porque Sylvia sabía que tarde o temprano esos diarios serían para nosotros, los que íbamos a leer sus poemas y tuvimos que conformarnos con los relatos de su frustración al no llegar a escribir tantos como hubiera querido ni todo lo bien que esperaba. Estos textos, esas descripciones detalladas de su estado de ánimo cambiante, contradictorio, enfermizo y exultante nos dicen tanto de ella como de cualquier otra persona en su misma situación: el envidioso, el frustrado, el que se boicotea a sí mismo por sentirse superior a demasiadas personas pero que no actúa por miedo a no destacar sobre ellas, por si acaso. El inseguro.

Bienvenidos y bienvenidas queridos inseguros e inseguras: los diarios de Sylvia Plath os reciben con entusiasmo. Acercaos a ellos y leed sus páginas a veces tediosas y a veces fascinantes, creo que os van a ir bien para lo vuestro.

Porque además de sufrir por no ser tan creativa ni brillante como su esposo Ted Hughes, por perder el tiempo haciendo pasteles de limón mientras él seducía a jóvenes alumnas, además de todo eso resulta que Sylvia quería dejar de pensar para «ser más feliz» y a veces, simplemente describe cómo se saca los mocos de la nariz y los manosea hasta deshacerse de ellos bajo el pupitre de una clase, o se cuenta a sí misma (y nos cuenta a todos) lo inspiradores que pueden llegar a ser ciertos relatos sobre posesiones demoníacas.

La mujer del genio. La madre de sus hijos. La que escribe porque no escribe.

Sylvia.

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