Vidas Perfectas

Vidas perfectas. Antonio J. Rodríguez. Barcelona, Random House Mondadori, 2017

El truco final

Si por algo he defendido en alguna ocasión a la tramposa Lost in translation de Sofía Coppolísima es por el maravilloso final con que se despide de sus espectadores. Por eso, un motivo que es capaz de compensar el tedio y la incoherencia en la conducta de sus cargantes protagonistas a lo largo del resto de la película. Así lo siento, lo siento.

Tras la lectura de esta novela (recomendada por alguien cercano, a quien agradezco sus sugerencias siempre) me quedo con la sensación opuesta: la de que todo comenzaba bien y todo resultaba creíble, sincero e interesante hasta que comenzó a «desenlazarse», precipitada hacia un final abrupto, un poco inverosímil y más bien soso.

Vidas perfectas se desarrolla en Barcelona, la viven efectivamente, personajes casi perfectos, jóvenes (intuimos que guapos) con todo resuelto salvo la capacidad de disfrutar de la propia existencia sin «rayarse». El mal del siglo XXI, digamos. Mezcla reflexiones de treintañeros caprichosos aunque bastante lúcidos con tramas de folletín policíaco convencional. Combina un poco del Japón molón de Sofía Coppola con el moderneo catalán. Hace pensar y juega al despiste.

Merece la pena, creo, aunque no sea perfecta. Pocas cosas lo son, aunque terminen bien.

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