Dancing Beethoven

Dancing Beethoven. Arantxa Aguirre, 2016

Soñar y vivir

Me dicen que vaya a ver LA LA Land, que me va a gustar mucho porque es peli para evadirse y soñar, pero me da la risa. Con ocho años rebobinaba yo y volvía a ver una vez tras otra, las copias en VHS de Grease, Dirty Dancing, Bus Stop y Fama que tenía en mi casa. Soñaba con ellas y bailaba.

Ayer me uní a los pocos privilegiados que cupimos apretados en la Cineteca del Matadero de Madrid, no para ver a Ryan Gosling y Emma Stone haciendo filigranas en zapatos con suela de chapa, sino para ver Dancing Beethoven de Arantxa Aguirre.

El documental, que se llevó la Espiga de Plata en la sección Tiempo de Historia de la pasada SEMINCI de Valladolid, explora la vida y la muerte, el bien y el mal como elementos que componen necesariamente al mundo y a nosotros mismos en él.

Gil Roman prepara con los bailarines del Béjart Ballet Lausanne la coreografía originalmente estrenada en 1964 de Maurice Béjart, sobre la IX Sinfonía de Beethoven. La llevan a Japón, con el ballet de Tokio y con la Orquesta Sinfónica de Israel dirigida por Zubin Mehta. Todo eso en lo que duran los nueve meses de un embarazo.

Son demasiados los aspectos que Arantxa Aguirre conecta en esta cinta, para llegar a un público al cual, por encima de todas las cosas, logra hacer soñar y evadirse. No es la primera, ni la segunda, ni la tercera vez que lo hace. Tras la proyección, en el coloquio coordinado por Javier Tolentino, alguien pregunta a la directora cómo era la película que había imaginado antes de hacerla y qué ha quedado de ella en el resultado final. La respuesta da sentido a lo que uno siente después de verla: «intento no imaginar nunca cómo va a ser una película antes de hacerla porque estaría abocada a la frustración». Así es el documental: un trabajo de estudio minucioso de todas las horas de grabación, de observación de anécdotas; un estado de alerta permanente en cada rodaje, para que nada se escape, porque de todas partes puede surgir un pedacito de algo que, debidamente editado, conduzca a la historia final y esa, se desconoce precisamente hasta el final.

Dancing Beethoven tiene la particularidad de estar narrada por un personaje que juega con los principios de la narratología, porque se coloca fuera y dentro de la acción en un proceso gradual, emotivo y perfecto. Se ligan entrevistas a sucesos espontáneos de los rodajes; los comentarios de Zubin Mehta acerca de las atrocidades humanas que se cometen hoy día en el mundo, con las teorías de los expertos sobre lo que Beethoven quiso transmitir a ese mundo con su IX Sinfonía: el mensaje de amor a la raza humana, porque «¿Por qué tanto ego y tanto Facebook? No somos nada, nada más que un conjunto de personas que sobreviven» dice Gil Roman.

Soñar con eso y seguir viviendo.

Si pudiera, rebobinaría y volvería a verla. Mañana pruebo con LA LA Land y a ver qué pasa.

 

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