La pyramide humaine (La pirámide humana)

La pyramide humaine (La pirámide humana) Jean Rouch, 1961

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Parece que no hay más remedio en los tiempos que corren, que tirar de archivo y mirarse en el pasado para ver qué se puede mejorar o de quién debemos aprender. En 1961, Jean Rouch le echó coraje al asunto y rodó este documental como experimento, por ver qué pasaba. Le salió una joya que hoy, casi sesenta años después, nos da un buen sopapo a los que «renegamos» de los ejercicios de estilo innovadores en el cine.

(Me explico: no es que reniegue exactamente, pero me inspiran pereza).

La pirámide humana se narra por el director; se explica y se declara en intenciones y objetivos desde el comienzo, pero también se reconoce abierta a que derive en algo que sólo la propia película y su proceso creativo podrá dar lugar una vez terminada. Así ¡zasca!

«La película que hemos hecho, en vez de reflejar la realidad, crea otra realidad»

Un grupo de estudiantes europeos y un grupo de estudiantes africanos comparten centro de estudios (bachillerato francés). Una école de Abidjan, en Costa de Marfil, se convierte en entorno de convivencia y conocimiento entre ellos; él les pide que «interpreten», que actúen de manera improvisada ejecutando roles previamente establecidos (el egoísta, la racista, la tolerante, los enamoradizos, etc). Lo que arranca como un documento para analizar cómo se relacionan razas y clases sociales diferentes en un mismo espacio, se transforma en un bonito ejercicio de observación de chicos y chicas jóvenes, curiosos, llenos de vida y sobrados de entusiasmo por participar en una película.

Jean Rouch «juega» con las diferentes posibilidades a la hora de dirigir a actores que no lo son y en una película que tal vez tampoco lo sea. Les da pautas pero no textos, los empuja hacia una secuencia concreta pero deja que sean ellos solos quienes pongan planteamiento, nudo y desenlace a la trama. Luego pasa lo que pasa y es puro cine: realista como la vida, falso como la ficción.

Y parece que ha salido de la nada, que ha brotado espontáneo ante nosotros, pero no. Entendemos que es así como se hacen los documentales, como tantas otras veces han dicho los que los hacen: sin imaginar lo que va a pasar, para no frustrarse. Porque siempre sucede lo mejor si uno está ahí, pendiente y observando para grabarlo y luego, editarlo.

Esperemos que se hagan más, yo prometo no seguir renegando.

 

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