The Hare with Amber Eyes. A Hidden Inheritance

The Hare with Amber Eyes. A Hidden Inheritance. Edmund de Waal. London: Chatto and Windus, 2010

En busca del tesoro

Hace ya seis años que mi amiga Eva me recomendó que leyera este libro. Entonces me encontraba metida en la documentación de mi primera novela y cualquier consejo me parecía bueno e interesante. Aquél, además, viniendo de una persona como ella que me lleva cuarenta años de ventaja en el mundo y ha sabido aprovechar mejor que nadie cada una de las oportunidades culturales que se le han puesto a tiro me parecía esencial.

He tardado un tiempo pero, finalmente, lo he leído.

Resulta que con él, no sólo he descubierto los episodios fascinantes de la vida de la familia del autor, judíos aburguesados e intelectualemnte bien avenidos que pasaron por lo peor del siglo XX y tampoco se ha tratado sólo de una lectura curiosa, por la coincidencia de algunas de las ubicaciones que plantea y el hecho de encontrarme yo allí mismo, en la avenida Monceau de París, por ejemplo, admirada ante la belleza del edificio de los Ephrussi, que se conserva tal cual lo describe de Waal.

No, es que creo que he entendido a lo que se refería Eva cuando me lo recomendó y eso para mí tiene más valor que cualquier relato, por muy bien escrito que esté.

The Hare with Amber Eyes plantea la posibilidad de reconstruir el pasado de una familia partiendo de la belleza de algo que se diría anecdótico, pero que no lo es tanto. Las figuritas japonesas de marfil tallado a las que se refiere el autor pasan de unos a otros como, efectivamente, la «herencia» que señala el título pero es el sentido de esos netsuke y su valor como objeto bello los que estructuran la novela.

Expuestos en vitrinas, existen para salir de ellas y dejarse acariciar, para verse en cada uno de sus ángulos y detalles diminutos, en los gestos de sus motivos, para apreciarse por su peso, el mismo que originalmente les daba utilidad (sostenían un pequeño saco de tela en el el extremo del cinturón de un kimono) y para que los niños jueguen con ellas, nada más y nada menos.

A lo largo del texto el autor habla con diferentes personas a quienes plantea su intención de escribir sobre esas piezas coleccionadas por sus antepasados, de todos ellos toma algo y lo cuenta luego en el libro porque todos existen alrededor de las figuras, aunque algunos no lleguen siquiera a tocarlas. Son los detalles y la necesidad de que existan los que hilvanan un relato, siempre.

Supongo que la atención a esas anécdotas y la capacidad de observación eran los consejos a los que Eva se refería cuando me dijo que, tal vez, este libro podría gustarme. Al verlo olvidado en un estante en una librería de segunda mano el mes pasado me acordé de ella.

Al comenzar a leerlo entendí que la herencia, en muchos casos, es necesario descubrirla porque tiende a estar escondida.

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