Segunda casa. Rachel Cusk, trad. Catalina Martínez Muñoz. Barcelona: Libros del Asteroide, 2021.
No por amor al arte
En una marisma, un terreno bajo y pantanoso que alberga vegetación y que se aproxima al mar, es en donde se ubica la última novela de Rachel Cusk (Toronto, Canadá, 1967). Segunda casa emerge de las profundidades de ese agua pantanosa con la forma de un monstruo marino que se parece a la digresión, a la reflexión autoficticia y al ensayo sobre el arte y los artistas.
Es interesante, o al menos eso me parece a mí porque lo tengo fresco, comparar Segunda casa de Rachel Cusk con Los extraños de Jon Bilbao: inesperadamente en ambas se plantea el juego de expectativas al que todos jugamos cuando el otro (los otros) llegan y se quedan, viven y conviven en ese espacio cotidiano que es el nuestro y que deja de serlo inmediatamente ante su presencia. Segunda casa introduce, además, otra bestia malvada y perversa en su narración, la del odio que la protagonista siente hacia sí misma y que la obliga a juzgarse y cuestionarse respecto a todo lo que hace.
¿En qué consiste ser mujer?
Parece que M., narradora del texto, se plantee esa idea a lo largo de la estancia de L., su admirado artista en la segunda vivienda que es también vivienda suya, en la marisma, cerca del mar y lejos de todo lo demás.
«Cuando te han criticado siempre, desde antes de lo que alcanzas a recordar, es casi imposible situarse en el tiempo o el espacio anterior a la crítica: es decir, creer en tu propia existencia. La crítica es más real que tú misma, de hecho parece que es lo que te ha creado».
¿En qué consiste ser artista?
Porque ante el arte y sus creadores parece que esta novela se rinda admirada e impotente y sin embargo, es el artista en ella otro de los monstruos o «demonios». Así lo plantea la narradora cuando explica a su interlocutor, Jeffers, lo que sucedió. Con él, también al resto de sus lectores que queremos llegar al desenlace y descubrirlo.
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