Avatar. Jettatura

Avatar. Jettatura. Théophile Gautier, 1857. Trad. Helena del Amo, Madrid: Siruela, 2004

Fantasía en dos actos

Acto primero.

Cuando la desgraciada protagonista con cola de pescado en el cuento de Hans Christian Andersen (Odense, 1805 – Copenhague, 1875) rogaba a la bruja que obrara su magia para conquistar a su amado humano, el trato era quedarse muda y, después de una dolorosa metamorfosis que sesgaría su parte pez del cuerpo en dos hermosas piernas, saber que, si no lograba enamorarlo privada de voz pero con cuerpo de escándalo habría de regresar al agua de donde había salido convertida en espuma, lo más superficial y residual del hermoso e inmenso mar.

Veinte años después de la publicación de La sirenita, Théophile Gautier (Tarbes, 1811 – Neully-sur-Seine, 1872) se sacaba de la manga este relato, titulado Avatar, en donde un medio aristócrata parisino devastado por la no correspondencia amorosa hacia una condesa polaca, se entrega a un experimento de magnetización que, en principio, le permitirá hacerse con las atenciones y cariños de la dama pero la cosa se tuerce y los amores se le escapan por otro sitio.

Curioso es juntar ambas historias y tratar de compararlas porque juegan en ellas elementos muy parecidos y otros que las distancian a las leguas. Propongo el ejercicio y que cada uno se resuelva a su manera pero, no olviden: téngase en cuenta a quién va dirigida cada una, quién la protagoniza y, sobre todo, de qué medios se sirven sus personajes en cada caso para alcanzar sus objetivos y quién vence finalmente.

Acto segundo.

Con el mal de ojo poca broma: quien es víctima de la jettatura que da título a la segunda nouvelle de esta edición vive condenado a generar desgracias a su alrededor y, por consiguiente, a ser un desgraciado de por vida si no se quita de en medio. Inflada con la verborrea saturada de adjetivos e imágenes que caracterizan los textos del francés (siempre terribles los lamentos por amor, aquí ya se ha contado algo sobre La muerta enamorada) esta historia añade a la belleza de sus frases la ensalada de culturas que propicia el turismo de transatlánticos del mil ochocientos y pico: combina señores franceses, italianos e ingleses en un entorno italiano ideal a orillas del Vesuvio y a una dama lánguida y anoréxica que encandila a todos con su desidia emocional administrativa, porque en esos años no hay nada más atractivo que una buena moza seria y distante, que ya lo explicaba Espido Freire muy bien en uno de sus directos de Instagram hace unos días, al hilo de su novela Llamadme Alejandra (Planeta, 2017).

Jettatura lleva al lector por el desconcierto de las historias románticas en donde lo sobrenatural es a la vez fascinante y peligroso, se carga de nombres técnicos de plantas y flores, lugares exóticos de viajes pasados, referencias a autores contemporáneos y se apoya en obras de arte  para comparaciones y ejemplos. Un marco magnífico para una historia que, muy probablemente, uno ya adivine cómo termina mucho antes de que caiga el telón.

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