Miau

Miau. Benito Pérez Galdós. Ed. Francisco Javier Díez de Revenga. Madrid, Cátedra: 2000.

Cochino bodegón

Anoche vi Una vita difficile (Dino Risi, 1961) sobre las desgracias de un rufián antifascista en la Italia posterior a la Segunda Guerra Mundial. Alberto Sordi se come en ella a un personaje al que, efectivamente, la vida no puede resultarle más difícil desde el momento en que se la salva una joven desconocida y hasta el final. Una comedia, si es que tenemos en cuenta que Sordi es cómico aunque aquí se ahogue en desgracias sucesivas a cada cual más descorazonadora.

Algo similar atufa el aire de la novela de Galdós que traigo a esta entrada: Miau brota desde el madrileño barrio de Conde Duque y, con la excusa de poner ante el lector la entrañable figura de una niño que ve y habla con Dios de vez en cuando en arrebatos místicos involuntarios, enlaza su historia y las de los varios miembros de su familia a esa desgracia vital incurable de la España de finales del XIX y también, por su puesto, de nuestros días: el ser pobre, tener ideas propias y soñar con un Gobierno justo y digno en una sociedad que no lo es y tampoco lo merece.

Miau es tristísima y llegado el final todavía se atreve a arruinar un poco más los ánimos de su lector pero, qué personajes, qué simpatía en los diálogos de los tontos y los listos, los buenos y los malos, los honestos y los mentirosos.

Los hay que quieren aparentar tener más de lo que ganan, que se lucen ante los demás en los palcos de la ópera aunque no tengan ni para comer y otros que se aprovechan de la bondad e inocencia de quienes se les ponen a tiro para arrebatarles corazón e ilusión y salir corriendo luego. Hay sabios, mentes lúcidas que confían en la bondad del ser humano pero que, ante la evidencia del desastre, se rinden y lo dejan todo después de abrazar unas migajas de la alegría propia de la libertad. Así los escribía Galdós, como si los hubiera conocido previamente y pudiera permitirse el lujo de tratarlos con confianza ciega, igual que si se hubieran encontrado antes en un cochino bodegón, que le diría cualquiera de ellos: Don Benito, que usté bien sabía cómo eran.

Pocos lo han hecho tan bien y tantas veces, con el cariño especial que él dedicaba a la clase más baja del Madrid de aquella y de todas las épocas.

Hasta el 16 de febrero pueden acercarse a la BNE a conocer más en la expo que se le ha dedicado.

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