Un puente sobre el Drina. Ivo Andric, 1945. Trad. Luís del Castillo, Barcelona, DeBolsillo: 2016
Motivos
Los intentos por ponernos en la piel del autor de una novela que nos gusta, por comprender hacia dónde quería llevarnos mientras la escribía y con qué propósito empleó esos temas y no otros para contar lo que quería contar son, casi siempre, inútiles.
Adivinar con qué finalidad Ivo Andric (Dolac, Travnik, Bosnia 1892 – Belgrado, Serbia 1975) escribió su «trilogía de los Balcanes» (La señorita, Un puente sobre el Drina y Crónica de Travnik) no sirve de mucho a la hora de desentrañar esos aspectos de sus historias que por un motivo u otro nos tocan la piel y también el hueso.
Un puente sobre el Drina es, para mí (que por eso la elegí y comencé a leer en su momento hace unos años y la he recuperado hace unas semanas para terminarla) una y muchas historias sobre la Historia que abarcan los siglos XVI-XX en la zona comprendida entre Bosnia y Serbia a la altura de la ciudad de Vichegrado y respecto a la influencia de los imperios Otomano y Austrohúngaro y el advenimiento de la Primera Guerra Mundial; es lo que nace y se muere alrededor de un puente, verdadero protagonista e inamovible testigo del paso del tiempo que es nuestro tiempo y que somos, por tanto, nosotros.
¿Es importante querer comprender al otro?
Un puente sobre el Drina narra hermosas leyendas románticas y conflictos de corte bélico y político a ambos lados de la construcción de piedra, en su kapia, sobre las aguas del río que cruza y ninguna es más importante que la otra, sólo lo es la permanencia de la estructura que resiste (o casi) a cuanto sucede a su alrededor. Su relato nos demuestra que en el mundo existen hombres orgullosos y tiranos sanguinarios, mujeres que enloquecen por amores frustrados o por parir hijos y perderlos, imperios y ejércitos que invaden y conquistan a otros que se resisten hasta rendirse, que hay ambición, hay odio y hay miseria y que los habrá siempre.
Puede que querer comprender al otro, querer entender lo otro no sea importante pero conocer su relato y escucharlo, leerlo, dejarlo hablar sí debería serlo en cualquier circunstancia.
Un puente sobre el Drina no dramatiza los episodios más crueles de lo que cuenta ni tampoco se regodea en simbolismos y metáforas que cueste desentrañar. No lo hace y aunque ignoremos los motivos tenemos una novela espléndida que es el resultado de sus intenciones, sean las que sean.
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