The Florida Project

The Florida Project. Sean Baker, 2017

Verano 2017

Que cuando vi Verano 1993 no sólo no la disfruté sino que me cargó su aire suficiente y aleccionador es algo que ya he dicho. No he cambiado de opinión.

Ayer vi The Florida Project y recordé la premiada película de Carla Simón.

También percibí una desconcertante transformación progresiva de Willem Dafoe en Frances McDormand y viceversa, que una no sabe cuando termina uno y comienza la otra o al revés, es todo muy confuso y no sé si le sucede a alguien más pero ahí lo dejo.

Pero centrándome en la película: me ha parecido muy bueno el sopapo, excelente el mamporro de hostilidad que aportan su historia, sus personajes, sus diálogos, su estética… ese Disneyland upside down en donde todos los sueños de la feliz infancia jamás se hacen realidad, ni aunque veas por la ventana del motel en el que sobrevives con tu madre el mismísimo castillo de la Bella Durmiente, o cruces cada día por la carretera de «los siete enanitos».

No, en The Florida Project los niños son felices en un supermercado, compartiendo un helado que han mendigado entre tres o colándose en el buffet libre de un hotel. Es otra vaina esto.

Bonito lo del «día de la madre»: aquí la antimadre por excelencia es una muchacha a quien el director parece ser que descubrió por las redes sociales, Bria Vinaite. Esta chiquilla interpreta a Halley, la peor progenitora de la historia si es cierto eso de que para ser madre hay que estar preparada; tal vez no sea así: para ser madre basta con tener la regla cada mes y estar en contacto con el mundo masculino para que aporte su 50% de eficacia en la tarea. A veces pasa lo que pasa, que hay madres como ella con hijas como la encantadora y demoníaca Moonee (Brooklynn Prince).

Moonee se lo pasa bien con sus amigos, otros niños alojados con sus madres o «abuelas-madres» en el motel que regenta Bobby (Willem Dafoe). Todo es del color pastel de los pequeños ponys porque así debe de ser la zona circundante a Disneyland en Orlando, Florida: «un mundo de fantasía» y estos niños viven ahí, justo ahí.

La fantasía del calor sofocante y la falta de aire acondicionado, los turnos interminables de trabajo en un café o la prostitución; un «país multicolor» permanentemente sobrevolado por helicópteros de seguridad y en donde a veces, entre tiendas de souvenirs y parques infantiles, hay quien prende fuego accidentalmente a bloques de edificios abandonados.

Y hay quien pasa sus vacaciones en Disneyland.

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