Katerina

Katerina. Aharon Appelfeld. Trad. Javier Escobar Isaza. Barcelona: Galaxia Gutemberg; 2018

El regreso

No puedo (ni quiero) evitar a mi memoria cuando persiste y me dice que esta vez, lo que leo, voy a almacenarlo en un espacio ya trabajado por una lectura anterior.

Katerina es una anciana que regresa a la aldea en la que pasó su infancia, sesenta años después y ya cumplidos los ochenta. Rutenia es el lugar donde viven los rutenos, y dicho vocablo proviene de Rus, territorio que, en el más amplio de los sentidos, hoy en día puede comprender Bielorrusia, Ucrania, Polonia y hasta Eslovaquia que aclaran en un interesante blog de no menos curiosas lecturas, pues bien: a Rutenia regresa Katerina y ese regreso le permite evocar su terrible vida.

La guerra ha pasado y como ella asegura «en el mundo ya no quedan judíos», sabemos que se refiere al exterminio nazi y que por lo tanto se trata de una superviviente pero en su caso, es cristiana: una cristiana que ha trabajado siempre al servicio de familias judías.

Ping-pong rebota en mi cabeza una novela que leí hace aproximadamente un año (qué lejos ya, todo) Kanadade Juan Gómez Bárcena comenzaba también con un regresado de ese horror y a su manera (exquisita, profunda, medida hasta la obsesión y en forma de bucle perfecto) mostraba los recuerdos de esa víctima/verdugo en perpetua huida del concepto de «culpa» que ya no sabe a quién atribuir. Katerina sin embargo no se culpa ni culpa a los demás, porque acepta el horror del mundo y de la vida con todo lo que le arrebata; lo que atormenta a Katerina es el poder de la identificación ideológica y religiosa para separar brutalmente a personas como ella, como todas.

Hablan de Katerina como de una novela que aborda los orígenes del antisemitismo en una Europa de entreguerras, aterrorizada e ignorante. Quizás, también, pero para mí se parece más al retrato de una mujer nacida en la orilla del cristianismo y superviviente en la orilla que toca ser la contraria en ese momento, por parte de un autor de ese mismo lado judío del río y con ello, un homenaje a la tolerancia y el conocimiento del otro.

Katerina recuerda y se plantea constantemente los límites de su resistencia a todo tipo de sufrimientos: Katerina bebe y se emborracha como hacían sus padres, que la maltrataban de todas las formas imaginables; Katerina huye y trabaja, se enamora y le arrebatan el amor, la privan de todo y ella se defiende. La vida de Katerina se atraviesa por un odio socialmente generalizado a todo lo que tenga que ver con lo judío porque «trae el mal» y «destruye el alma» aunque a ella le salvara la vida.

Y regresa para recordarlo.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

Crea un sitio web o blog en WordPress.com

Subir ↑

A %d blogueros les gusta esto: