Pregúntale al polvo. John Fante, trad. Antonio-Prometeo Moya; Barcelona, Anagrama, 2016
Esperanzas, grandes
Por favor, no se cansen nunca de escuchar a los que arrancan con el entusiasmo de la falta de experiencia, no lo hagan. Son pura vida. Decía Natalie Portman en un discurso para los recién graduados en Harvard en 2015, que a medida que uno se hace mayor, se vuelve más realista y se amedrenta ante los retos creativos, que cuanto más conocimiento tenemos del trabajo de los demás y más experiencia adquirimos, más conscientes somos de nuestras limitaciones y eso, nos frena («Make use of the fact that you don’t doubt yourself too much right now because, as we get older, we get more realistic […] Accept your lack of knowledge and use it as your asset»). Me he acordado de sus palabras al leer a John Fante estos días, porque parece que el protagonista de Pregúntale al polvo, esté perfilado con esa energía de quien es artista joven y se come el mundo.
Arturo Bandini es un escritor en el desierto de Mojave. Es joven, veintipocos años, ha publicado un relato y está fascinado con su editor. Malvive en suburbios de Los Ángeles y debe dinero a su casera, come fruta que le regala el japonés de un colmado a quien cae simpático y se enamora de quien no debe. Leer su narración atropellada, compuesta por frases breves que se quejan de un mundo hostil que no lo merece, es divertido y es muy tierno.
Pregúntale al polvo, publicada en 1939, se atreve con una primera persona vanidosa y deslenguada a quien nada importa lo que sucede más allá de donde termina el desierto. Nada, ni siquiera el arranque de un conflicto bélico internacional como la Segunda Guerra Mundial. Arturo Bandini quiere triunfar con lo que escribe, quiere ser reconocido como uno de los grandes y su ego desmesurado lo convierte en alguien conmovedor.
Así funcionan las cosas de la juventud, sin concesiones al miedo o la prudencia, con rencor hacia lo injusto que es todo respecto a lo que uno piensa que merece: publicar novelas, ser correspondido en amores, enriquecerse. Así funciona Arturo Bandini.
Todo lo demás es desierto, un desierto lleno de polvo que estaba allí antes de que él llegara y que allí seguirá cuando él haya muerto.
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