Wislawa Szymborska. Antología poética

Wislawa Szymborska. Antología poética. Trad. de Elzbieta Bortklewicz. Madrid, Visor, 2015

Con cuidado

Paso de puntillas por los caminos y laberintos de la poesía, en general. No es la primera vez que reconozco mi absoluta ignorancia ante la interpretación y disfrute del mundo poético. Soy más de prosas y requiebros narrativos que de versos que se beben a sorbos. Lo que hay: o me quieren o me dejan como a las lentejas.

Pero entonces me regalan esta antología. Hace ya un par de meses que rueda por mi casa, igual que bola de rastrojo en el desierto, sólo que en este caso cuando me la encuentro, la abro y leo un par de sus poemas. Y me gustan ¿cómo es posible?

LAS TRES PALABRAS MÁS EXTRAÑAS

Cuando pronuncio la palabra Futuro,

la primera sílaba viaja ya al pasado.

Cuando pronuncio la palabra Silencio,

lo destruyo.

Cuando pronuncio la palabra Nada,

creo algo que no cabe en ninguna no-existencia.

Muy brutal esto ¿no? Pues esta señora, Premio Nobel en el año 1996 escribe este tipo de cosas y aunque la lea tamizada por las dificultades de una traducción (traducir poesía, sí: como asesinar gatitos pero es que el polaco tiene una intensidad que no descifro) me gusta bastante. Soy capaz.

El prólogo informa de que vivió en Cracovia y disfrutó especialmente Zakopane. Yo me alegro al reconocer ambos lugares porque, señores: ¡en ambos he estado! Increíble pero cierto. Pienso en Wislawa sentada y concentrada para escribir sus poemas, en una ciudad cuyas paredes se desconchan de puro ambientazo artístico, al menos en este siglo, tan lejos de la época en la cual vivió ella pero ¿si yo disfruto de sus poemas hoy, alguna conexión habrá no?

Me pongo a pensar en Zakopane y sólo recuerdo una cascada de agua helada y bastoncillos de queso ahumado ¿comería queso la señora Szymborska? Seguro que sí: comería queso y pasearía por el camino junto al río, hasta la cascada. Le parecería relajante y escribiría mucho después. Seguro que sí, por la noche y dando buena cuenta de los recursos de su papelera, «la herramienta más importante para un poeta» decía.

Eso, comiendo queso.

Así que con mucha delicadeza y poco a poco leo los poemas de la antología y trato de acomodarme en ese camino poético que tanto me cuesta.

Poemas que no parecen poemas o yo, que cada vez debo de estar pareciéndome menos a mí misma.

 

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