El lector. Bernhard Schlink; trad. Joan Parra Contreras; Barcelona; Anagrama; 2006
Vergüenza
Por haber amado a quien ahora se rechaza, se siente vergüenza; se reacciona mal y se asusta uno cuando se enfrenta a algo ante lo cual durante toda su vida se ha resistido, le ha sido negado voluntariamente. Es vergonzoso, tanto que para cuando llega, sigue siendo tarde.
Hanna ayuda al protagonista de esta historia cuando lo ve en apuros y por primera vez, vomitando en medio de la calle. Desde ese momento, será la mujer más importante de la vida de él y su recuerdo lo perseguirá para siempre.
Pese a lo aparentemente sentimental del argumento de esta novela, lo cierto es que se destaca por la frialdad de su estilo narrativo: porque ningún recuerdo es evocado gratuitamente ni con tintes melodramáticos, reservándose una frase final (en el final de cada uno de los capítulos) a modo de purga para concluir que si uno se permite el lujo de pensar en la mujer a la que ha amado, es porque encuentra justificación práctica en ello.
El drama de Hanna no es desvelado hasta el final del relato, y el misterio del aroma trágico que se respira en lo cotidiano de su apartamento, no admite explicación hasta ese momento: es esta revelación epifánica, la que convierte su personaje de ángel salvador, en otra suerte de criatura, sometida a juicio y expuesta sin tapujos ante la verdad.
Hanna es recordada y pensada por el protagonista antes, durante y después de su juicio, independientemente de las circunstancias, hasta que ya es demasiado tarde.
Entonces uno reconoce que ha optado por no ser algo que ha anhelado toda su vida: negar el conocimiento y negar el amor.
Negar por vergüenza.
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