Como una historia de terror. Jon Bilbao; Madrid; Salto de Página; 2008
Historias de lo ordinario
Sin ánimo de resultar obsesiva u obcecada en un tema que, por otra parte, bien es cierto que le he dedicado varios meses y otras tantas redacciones, resulta que este conjunto de relatos me ha gustado y me ha sorprendido a partes iguales, porque es siniestro y porque sobre “lo siniestro” siento un interés particular que se acrecienta en el plano de lo literario.
Son estos siete unos textos inquietantes, en los cuales la realidad abre camino a la angustia de sus personajes y la empatía del lector.
Llama especialmente mi atención el relato titulado “El hambre en los alrededores del lago”, que preciso y correcto me presenta algo cotidiano convertido en monstruoso. Personajes hábilmente perfilados, de los que se reconocen y se imaginan sin dificultad, llevados a situaciones extremas y terroríficas. La historia no desatiende la descripción de ambientes y la caricaturización de algunas de sus escenas (como la entrada y salida de personajes de la tienda de ultramarinos del barrio) siendo el resultado un entramado magnífico de personalidades variadas, que coinciden sin embargo en un pueblo solitario, en donde descansa un lago y alguien cría palomas mensajeras, desesperadamente.
Es quizás este aislamiento del individuo lo que aúna como leitmotiv cada uno de los textos de esta recopilación: un motivo recurrente en la pintura de sus protagonistas, quienes terminan siendo tan carismáticos como extraños. Así sucede no sólo a los personajes del relato antes mencionado, sino también a los singulares amantes de “Prolegómenos”, el esperpéntico vecino de “El ladrón de lencería” o el jefe incomprendido del sucinto cuentecillo titulado “La rata”, por citar algunos ejemplos.
Asimismo, recalcarles que si me aventuro a considerar especialmente hábil el trazado de personalidades en cada uno de estos relatos seleccionados, es por la intensidad con que dichas descripciones son capaces de calar en mi imaginación (y estoy segura de que no lo harán menos en un lector no tan familiarizado ni predispuesto a percibir rasgos siniestros como puedo estarlo yo, si se me permite el comentario).
Aplaudo la elección de parejas contrapuestas para añadir desconcierto a alguna que otra historia, como sucede claramente en “Después de nosotros, el diluvio”, porque: que la gente se caiga mal es una cosa, pero que se tenga que “soportar” con disimulo a alguien “insoportable” es otra bien distinta, pues los viajes son para disfrutar.
Estoy casi segura de que si releo este libro volveré a experimentar la atractiva extrañeza que me invadió la primera vez, o puede que no, porque el terror no siempre va asociado a lo siniestro .