Chesil Beach. Ian McEwan; trad. Jaime Zulaika; Barcelona; Anagrama; 2008.
Love: an absolutely impossible pursuit
El comportamiento de las personas no está condicionado por el azar. Las circunstancias en la vida no son casuales, tampoco los sentimientos: lo que vivimos es la consecuencia de lo que somos, de cómo nos comportamos y de todo lo que, voluntariamente o no, hemos aprendido viviendo.
El amor entre Edward y Florence germina y florece, pero al igual que ellos, todavía no ha madurado y amenaza con sesgarse y morir antes de tiempo.
Chesil Beach no se limita a contarnos lo que les sucede a estos dos jovencitos enamorados durante su noche de bodas, sino que describe, además, mediante píldoras de admirable eficiencia narrativa, aquellos momentos en las vidas de ambos que les han conducido a ser quienes son esa noche.
El sencillo placer de leer los porqués y los cómos que surgen entre esos dos despistados enamorados supera con creces a lecturas mucho más pretendidamente emotivas que no alcanzan a ésta ni a la última de sus cuatro cubiertas. Maravillosa y sencilla novela acerca de la vida y del estado crepuscular de algunas cosas durante no pocos momentos de la existencia.
Nos cuentan estas páginas que en Londres, en 1962, mucho tenían que madurar todavía decisiones políticas y alzamientos populares para que dos personajes como los de Edward y Florence pudieran comportarse de tal modo que nada en la novela llegara a tener sentido: no habría historia si las decisiones de los protagonistas fueran otras, si el mundo en donde McEwan escoge ubicarlos fuera diferente o al menos tan «moderno» como lo es ahora.
Un maravilloso ejercicio de reconciliación con la literatura -para aquellos que lo necesiten- de reafirmación en el disfrute con la misma, y de reconsideración sobre lo que uno piensa acerca de un sentimiento tan efímero y sin embargo tan condicionante como es el amor.
Bon voyage!