Mira las luces, amor mío. Annie Ernaux, trad. Lydia Vázquez Jiménez. Madrid: Cabaret Voltaire, 2021.
El ritual del carrito
Con los niños por delante, nos vamo’ al hiper
Martitio. Sevillanas de los bloques, 1988
Nos vamo’ al hiper, mi mari’o tiene por fin la tarde libre
Y empujad los carritos, que ole, nos vamo’ al hiper
Imagino a Annie Ernaux a sus setenta y pico años (tenía setenta y cuatro en 2014, cuando se publicó esta obra) arreglá pero informal, como la Martirio, ilusionada por interrumpir durante unas horas su trabajo de escritura y darse un respiro paseando por Alcampo, empujando su carrito sin expectativas, dejándose llevar.
Y la entiendo.
Cuando yo era niña en mi casa, los sábados, también acostumbrábamos a echar la tarde en Alcampo. Era ilusionante: el olor a palomitas con caramelo que salía del Belros de la entrada, el otro olor a goma que desprendía el pasillo de las zapatillas deportivas, el frío de la zona de refrigerados y las discusiones por llevarnos a casa la variedad más original (y casi siempre, repugnante) de yogures. Mi hermano y yo nos ocupábamos de cargar con galletas y chocolatinas mientras mis padres se aprovisionaba de litros de aceite, botellas de detergente, paquetes de papel higiénico… lo aburrido y voluminoso.
Mira las luces, amor mío es un retrato subjetivo y cariñoso de la autora a esos lugares de esparcimiento llamados supermarchés en el París que ella habita y a los que acude, como todos hemos hecho alguna vez, también para observar a los otros. Annie Ernaux se fija, lleva una libreta y toma notas, habla con el personal al cargo de as diferentes secciones, hace fotos de tapadillo con su teléfono esquivando las amonestaciones de los guardias de seguridad (porque hacer fotos «está prohibido», igual que leer, igual que sentarse). De todas esas observaciones extrae reflexiones que tienden a la denuncia de desigualdades, bien entre sexos, bien entre clases sociales: ella mira y contrasta, escribe y cuenta.
Luego se suma a la fila de las cajas y finalmente paga.
El ritual.
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