Escaleras

Si mi amiga Marién no me lo hubiera contado es muy probable que yo sola no hubiera dado con las famosas escaleras, o tal vez sí, lo que es seguro es que no habría ido a buscarlas porque ni siquiera sabía que se trataba de una localización real en la película. Imagino que los amigos están para eso: para indicarte dónde están los lugares en los que se rodaron películas famosas.

Esa es la verdadera amistad.

Vi Midnight in Paris cuando se estrenó en cines. Fui sola a una sala enorme y medio vacía del centro de A Coruña y me gustó, sí, pero no por lo que cuenta, que en su momento me pareció bastante flojo sino por París. Woody Allen tiene un arte para mostrar las ciudades en sus películas que las vuelve inconfundibles, las transforma y las idealiza hasta que el espectador se marea y ya no sabe diferenciar dónde termina la realidad y comienza la ficción y viceversa.

Fue durante una de las tardes que nos juntábamos para compartir una carafe de vino blanco en un café de nuesro barrio; allí Marién nos pidió que abriésemos Google Maps en cuanto le explicamos que al día siguiente teníamos pensado recorrer la zona de Sorbonne.

─Pues aquí, en esta esquina. Hay una iglesia con una puerta de madera en color violeta. Cuesta reconocerla porque no hay los mismos bares que en la peli pero, una vez que estéis allí lo veréis.

─¿Entonces es real?

─Sí, María: es una escalera. Digo yo que tampoco hará falta mucha postproducción para colocar una escalera de piedra en una película ¿no?

Seguramente no. Imaginé entonces al equipo de Woody recorriendo París a la busca y captura del rincón perfecto, del espacio en donde Owen Wilson pudiera sentarse a ver pasar ese vehículo que iba a trasladarlo hasta la década de 1920. El lugar existía y allí iban a rodar.

Por nuestra parte, sin embargo, resultó que el día acordado se postpuso; cuando finalmente pude ir a conocer la famosa escalera Fran no pudo acompañarme: las circunstancias lo pillaron fuera de París, así que la vi sola.

Recuerdo que llovía mucho y que por eso no pude sentarme en la piedra para hacerme la foto, que la puerta violeta se diferenciaba desde varios metros de distancia, que a su alrededor, los toldos de los restaurantes eran distintos a los de la película pero, aun así, recuerdo que me ilusionó bastante estar en aquella esquina y al pie de aquella escalera.

Luego la reconocí también en un capítulo de Emily in Paris y la ilusión se vino abajo. Supongo que son prejuicios: si tuviera que escoger una «realidad ficticia» para ellas, indudablemente, yo escogería la de Woody Allen.

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