─¿De qué las llevo?
Espero la respuesta al otro lado de la conexión inalámbrica, via satélite y digital del teléfono. Estoy en un pasillo del supermercado E. Leclerc, al norte de la ciudad, en el barrio de Pantin, el más cercano al CND que es donde paso las mañanas y parte de las tardes de cada uno de mis días en París. Hablo con Fran.
─Pues no sé ¿Cómo que «de qué» las traes? De patata… ¿A qué te refieres? ¿Sabor jamón o algo así?
Mi novio todavía no sabe que el mundo patatil francés es otra historia, que el sabor de un snack como la patata frita envasada advierte mil y una posibilidades de satisfacción al cliente y que, para comprobarlo, no hay más que plantarse delante del expositor en el pasillo correspondiente del super marché y esperar a recibir una señal divina, un mensaje que indique cuál es la decisión correcta, qué hacer, cómo comportarse.
─Es que hay muchas… es que no sé.
No tengo idea. Me cuesta escoger entre la gama de naranjas («barbacoa», «hamburguesa con queso», «queso cheddar») y su deriva en tonos rojos («chili picante», «jamón y queso», «jamón serrano») porque los asocio con la dieta mediterránea y el confort de lo conocido pero, ojo: la tonalidad verdosa se adelanta con una oferta tentadora («receta campesina», crème frêche, «cebolla», «wasabi»…).
─Estoy viendo «sabor wasabi» ¿le damos?
Imagino el fuego del rábano picante acompañado de un trago de cerveza fresquita. Sí, me convence, agarro una de las bolsas verdes.
Entonces descubro las variaciones indefinidas, el sabor «pollo asado», el tostado del «queso con cebollino» o la «mostaza antigua» y entre toda la escala cromática identifico una «anomalía» o, más bien, una alteridad en la asignación de colores en comparación con la misma marca en España. Se trata del azul, que aquí corresponde al sabor «clásico» pero en España al «sal y vinagre» prestado de los ingleses.
─Uhmm, está bien ─No parece muy convenciodo, noto que duda. Entonces me pregunta─ ¡Espera! ¿no tienen «sal y vinagre»?
Una de nuestras opciones preferidas hace que la nostalgia del mes y medio lejos de casa nos secuestra el entendimiento por unos instantes. La busco en los azules pero no está, ha desaparecido; a punto estoy de rendirme y caminar hacia la caja de autocobro con los chips sabor wasabi cuando me doy cuenta; ya sé lo que sucede: no es que aquí no lo trabajen, es que ese sabor va en paquetes de color granate.
Me hago con uno y lo echo a la cesta. Ya lo tengo todo, la señal, finalmente, parece que ha llegado y me puedo marchar.
─Las tengo. Ahora nos vemos.
Tuve que hacer la foto porque me recordaba a esa gente que ordena sus estanterías por los colores de los lomos de los libros. Sólo por eso.