La mirada interior. Mística femenina en la Edad Media. Victoria Cirlot y Blanca Garí. Madrid: Siruela, 2021
Amada en el amado transformada
San Juan de la Cruz se refería a su alma y a Dios sirviéndose de la imagen de dos amantes que se reúnen en clandestinidad para entregarse el uno al otro. La mística explora ese tipo de representaciones y aquella, en concreto, se plasmaba por escrito y por un hombre en el siglo XV.
La mirada interior, sin embargo, toma ejemplos de escritoras de los siglos XII y XIII, de mujeres que transcribieron sus visiones en textos hermosísimos y no siempre fáciles de interpretar, autoras que, en ocasiones, recibieron asistencia de un hombre para llevar a cabo esa tarea de «traducción» de sus revelaciones.
Es impresionante.
Victoria Cirlot (Barcelona, 1955), experta en mística medieval en el ámbito de la literatura comparada y una de las grandes conocedoras de Hildegard von Bingen realiza junto Blanca Garí (Barcelona, 1956) un minucioso análisis de algunos de los textos más representativos de las místicas seleccionadas: Hadewijch de Amberes, Beatriz de Nazaret, Matilde de Magdeburgo, Juliana de Norwich Margarita de Oingt y Margarita Porete. Ambas catedráticas aúnan perspectivas e investigación para conformar un compendio de testimonios, simbolismo, exacerbación y desmesura que explica y da a conocer al lector menos experto las vidas y parte de las obras de dichas místicas.
Además de renunciar al matrimonio, algunas de estas mujeres (las papelarde, beatas o beguinas) se organizaban en grupos o beguinatos para dar respuesta a sus dudas espirituales sin dejarse someter a ninguna orden religiosa prestablecida. Eran por tanto independientes y ejercían el cuidado de los enfermos de forma autónoma, viviendo de sus cultivos y trabajos manuales.
Sin embargo, ese anhelo de fusión del alma con Dios que tan bien describen estas mujeres no es otra cosa que una auténtica descripción del deseo y la pasión de índole, quizás, naturalmente sexual.
Para muestra, este «botón» de Hadewijch de Amberes:
«Deseaba la plena fruición de mi Amado, conocerlo y gustarlo plenamente, con todo lo que le pertenece; deseaba gozar en su totalidad de su humanidad unida con la mía, y que la mía, afianzada en la suya, fuera más fuerte y ganase firmeza y poseyera firmeza, pureza y unidad suficiente para satisfacerle plenamente en toda virtud…»
Visiones, I
Se trata por tanto de una independencia y autonomía relativas que no perseguiría otra cosa que la comunión divina, sumisa y definitivamente rendida ante la grandeza de Dios.
En su descripción de los «modos del Amor», Beatriz de Nazaret lo explica así:
«Lo que más la aflige y la atormenta es lo que más la cura y la consuela; lo que más profundamente la hiere es su única salud».
Siete modos V, 77-80
Son estas interesantes contradicciones tal vez lo que más llama la atención en los textos de estas mujeres pero no lo único. Merece la pena adentrarse en sus testimonios, bien por esclarecer es misteriosa psicología de las autoras o bien, por qué no, para profundizar un poco más en la nuestra, nueve siglos después cuando todo es tan diferente, casi siempre.
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