Seré feliz mañana. Xacobe Pato. Barcelona: Espasa, 2020
Generación quemada
Si un escritor remite a su infancia para poner cualquier ejemplo de su pasado es porque es muy joven, un auténtico polluelo de las letras. El caso de Xacobe Pato sin duda es ese, si no ¿a santo de qué ha escrito un libro entero a base de pies de foto en su cuenta de Instagram? Porque ha nacido en 1987, que si no sería ridículo.
O envidiable, quizás.
Seré feliz mañana, con su prólogo de Laura Ferrero que lo precede es lectura de la que pasa volando, como un murciélago que se cuele en tu salón una noche inesperada: zas, ya lo has leído, ya se ha terminado. Es un compendio de fragmentos de un diario selecto, espontáneo, fresquito como la cerveza de las tabernas en Santiago de Compostela, igual.
Yo lo leo y me identifico con algunas (bastantes) de las anécdotas de librero que menciona porque la vida de los que trabajamos al otro lado de la pila de cajas y ejemplares plastificados, entre rollos de etiquetas y lectores de códigos de barras supongo que es siempre muy parecida. Lo leo, digo, y me da por escribir a mí también y contar cosillas del tipo «me río por la bajinis cuando una pareja de clientes entra en la librería y se dicen «vamos arriba, que tienen más ensayo y eso» y yo pienso «la planta de arriba está cerrada, pero chapadísima desde hace meses, ni me habéis mirado o saludado cuando habéis entrado en la tienda, bribones, pero eso sí, vosotros contaos y explicaos ese tipo de cosas porque sabéis mucho, mucho más que yo que trabajo aquí, desde luego». Me dan ganas pero no lo hago, el que escribe así pero mejor es él.
Yo nací en 1982, que sólo son cinco años de diferencia pero no me siento tan a gusto en las redes como los que llegaron un poco más tarde que yo a este valle de lágrimas. Como los bookstagramers, como los influencers, como toda esa gente de la que habla este libro que habla de tantas cosas y menciona a tantas personas por la inicial de su nombre.
Pero me he reído.
Me he reído, por ejemplo, cuando el autor se pone en plan gallego y se expresa como los que somos de allí tanto si vivimos en Galicia como si no; los gallegos nos metemos «en cama», por ejemplo, sin artículo y permitimos a los gatitos que se nos suban «al colo«; vamos a hacer la compra al GADIS y lo más relevante: para ir a correr nos calzamos un par de tenis.
Aun así, aunque no vendas libros, no hayas nacido en Galicia y no te estés meciendo entre los treinta y los cuarenta años este libro también te puede encajar porque deja que te asomes a curiosidades cotidianas, muy reales, de una generación un tanto chamuscada ya de tanto teléfono y tanta tontería y por eso te recomiendo que lo leas.
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