Mary Shelley

Mary Shelley. Haifaa Al-Mansour, 2017

De dónde vienen los monstruos

La próxima semana doy una conferencia. Será en el centro cultural Doctor Velasco de Laredo, a las 20:00 y dentro de las actividades culturales recogidas en los cursos de verano de la Universidad de Cantabria.

No hablaré de Frankenstein.

Pero hace unos días que vi esta película y he de reconocer que me ha inspirado bastante a relacionarla con el contenido de mi charla. Procedo a explicarme:

Mary Shelley se centra en la figura de la autora del famoso relato de la criatura que existe a partir de fragmentos de humanos muertos y reanimados mediante el proceso de galvanización; el monstruo creado y abandonado a su suerte, el eterno sufridor. Es por tanto una creación de la cual reniega su propio padre.

Nos cuenta la película de Haifaa Al-Mansour lo que tantos otros teóricos e investigadores han venido constatando con los años, que Frankenstein es un canto de la autora a sus propias circunstancias, a la carencia de amor y vínculo materno (Mary Wollstonecraft perdió la vida diez días después de nacer Mary) y al rechazo de su padre William Godwin cuando ella pone en práctica las ideas liberales de su madre y se marcha a vivir con el poeta, ya casado, Percy Bysshe Shelley.

Mary construyó una ficción y contó su propia vida pero además, aplicó a su relato la teoría de su madre, según la cual, un mundo gobernado por la ambición masculina y carente de voces femeninas que jueguen papeles de relevancia en la sociedad, está condenado a la destrucción y el fracaso («a revolution in female manners…[will] reform the world»).

En el argumento de Frankenstein no destacan los personajes femeninos y pasa lo que pasa.

De lo que sí hablaré en mi conferencia es de los motivos para componer una ficción que nos acerque a la realidad, por supuesto: la de Luisa de Medrano que es lo que me toca.

Mary Shelley en su afán por transmitir al espectador esa idea, la de que el monstruo es ella y que está condenado al dolor y a sufrir la intolerancia de su sociedad,  construye y reconstruye la no-ficción de la auténtica Mary Shelley; compone un argumento para ella, su familia, sus contemporáneos y sus circunstancias y con ese relato el espectador llega a la realidad.

No en vano en 2018 se cumple el segundo centenario de la publicación del texto original y no son pocos los que querrán acercarse a biografías, adaptaciones y demás tramoya relacionada con Frankenstein, el canto al marginado de esa sociedad que le ha dado la vida.

Y me acuerdo de las clases en la Universidad y cierto catedrático empeñado en explicarnos el encuentro de la joven Ana con el maquis de El espíritu de la colmena (V. Erice, 1973) como el de la niña inocente con la criatura abandonada a su suerte y condenada por el mundo en la versión de James Whale (Frankenstein, James Whale, 1931).

Porque todo viene de algún sitio.

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