Un instante en la vida ajena. Maurice Béjart, trad. Mirta Arlt; Emecé; Buenos Aires; 1982
La vida de los otros
«Soy un patchwork. Estoy hecho de pequeños retazos; son los pequeños trozos que tomo de todos aquellos que la vida me pone en el camino»
Maurice Béjart
La primera (la única) vez que pisé la sede del Béjart Ballet de Lausanne, hubo alguien allí dentro que me habló de la biografía de Maurice. Esa persona comió conmigo, me acompañó a las clases y me presentó al director actual, Monsieur Gil Roman. Más adelante iba a sufrir yo por no poder conseguir aquel libro tan inspirador, la clave escrita de los mensajes que flotan en en el aire de esa fantástica compañía que es el BBL y todo, en vano. El sufrimiento poético encontraría alivio en esta ocasión y yo, daría con un volumen de la biografía en una entrañable librería de viejo del barrio de Malasaña, en Madrid.
Ahora que la he leído, constato que El Maestro, la estrella humilde y silenciosa, aquel que un día fue joven acomplejado de torso estrecho y grandiosos saltos, dejó por escrito no sólo sus experiencias como director de una de las compañías más innovadoras y controvertidas del siglo pasado (el Ballet du XXe siècle) sino su visión filosófica de la danza y también de la vida, intrínsecamente unida a ésta según sus palabras.
«Al fin de cuentas, yo he vivido sólo para la danza. Para ennoblecerla. Y para esta expansión de la danza, para que llegue el día en que aflore esa necesidad, esa voluntad de que haya danza y que ella ocupe su lugar. ¿Cuál? El primero. Desde mi punto de vista.»
Habla Maurice del público, del espejo en quien se mira la Compañía en cada representación y ante quien el bailarín debe preguntarse «¿quién soy yo?». Qué cierto y qué simple todo. Escribe acerca de los elementos con los que se dispone el ensayo y el trabajo diario del bailarín profesional, todos ellos encabezados por la omnipresente y todopoderosa barra. ¿Qué tenía ese objeto que tanto protagonismo quiso cederle Béjart en sus reflexiones? apenas nada, sólo madera y un engranaje sólido y pesado de metal que se aferra al suelo mas, sin embargo, es ella la que guía al bailarín la que no lo abandona, en quien mejor puede y debe confiar éste sus ejercicios.
«Pero ahí está la barra que abarca tres lados de la habitación. Y sin ella no habría nada. La abordo por primera vez. Más tarde me atreveré a crear un ballet en el cual la barra constituirá toda la coreografía (…) La barra es a la danza lo que la columna vertebral es al cuerpo: la danza se tiene en pie gracias a la barra…»
Esta biografía no sólo constata los ideales filosóficos de Monsieur Béjart ni se limita a sentar los cimientos de su ambiciosa edificación de danza alternativa, progresista, democrática… no: Un instante en la vida ajena tiene además otro lado, el del hombre que recuerda con cariño algunos momentos que para él fueron especiales en su peregrinación por el mundo del arte, y así se refiere por ejemplo a aquella vez en que él y su Compañía burlaron las censuras de la represión franquista y cuando llegaron a España, se limitaron a «marcar» los pasos de las coreografías durante la «evaluación» del espectáculo, un sistema que les valió el visto bueno de las autoridades y carta blanca para bailar como quisieran en el resto de las ciudades del país; o esa explicación tan necesaria que da de su «Boléro», sobre los porqués y los cómos de unos movimientos que originalmente (y debo decir que para mi sorpresa) fueron concebidos para una mujer.
Por supuesto, se evoca con auténtica ternura al huracán de la expresión llamado Jorge Donn; no podía ser de otro modo siendo éste el testimonio literario de la vida de su mayor y mejor mentor, creador, inspirador, admirador… alguien que por un instante fue tentado de ignorarlo, por tratarse de un muchacho más, una vida ajena que deseaba unirse a la Compañía, pero que reaparecería ante él tiempo después, con las mismas ganas y necesidades de vivir para la danza que lo hiciera en el pasado y que lograría convencer al coreógrafo, dándole una oportunidad.
Respiramos aliviados.
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