Tras los límites de lo real. Una definición de lo fantástico. David Roas; Madrid; Páginas de Espuma; 2011
Sin limitaciones
Es una lástima que haya ejemplos vitales ejerciendo su existencia por ahí adelante, ganándose el pan con su trabajo, compartiendo los ratos con su familia y hasta escribiendo en blogs cuando pueden, ejemplos digo de estudiantes errados en sus carreras, no por el mayor o menor deleite que los contenidos de las mismas hayan podido suscitarles alguna vez, sino por lo errado del momento de ponerse a estudiarlas. Anacronías selectivas, que podría decirse. Yo soy uno de ellos.
No trato de dar pena, que quede claro, es sólo que éste es mi espacio y he terminado un libro que me ha abierto aun más los ojos a esa realidad tan triste. Yo no me equivoqué de carrera –como le dije una vez a un profesor, tan pancha yo- es que me equivoqué con la edad de ponerme a estudiarla.
Leyendo por segunda vez a David Roas, me doy cuenta de lo que hubiera molado la Teoría de la Literatura y Literatura Comparada si me pusiera a descubrirla ahora, y no con 21 años como hice en su momento. El mejor aprovechamiento de los dos cursos en que consiste al licenciatura (sin contar con los primeros ciclos que previamente hay que cursar para acceder a ella) es directamente proporcional a lo que uno ha leído hasta el día en que recibe su primera clase. Ni más ni menos.
Porque en este ensayo sobre lo fantástico, premiado en Málaga el año pasado, se escucha al profesor de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada que de hecho es Roas, en la Autónoma de Barcelona, y yo me replanteo el orden de los factores que conforman la estructura de mi vida hasta la fecha. Hablando de aspectos inquietantes, perturbadores, desconcertantes, psicológicamente extrañados y también, cómo no, siniestros como si de una clase se tratara. Muy bien, me gusta.
El libro divide sus capítulos en cuatro partes destinadas a definir y diferenciar los cuatro elementos más importantes en el proceso fantástico literario: la realidad, lo imposible, el miedo y el lenguaje;se reserva el último pasaje para citar ejemplos, comparar a autores y dejar puertas abiertas al lector para que siga rebuscando y leyendo a otros (lo cual está muy bien y lo aplaudo).
En general, se repasan con cuidado los conceptos que se estudian en la carrera, aunque enfocados hacia el efecto fantástico, sus orígenes y su evolución hasta nuestros días (y hasta nuestra literatura patria, más concretamente).
Y si la intención es la de delimitar el género fantástico, el momento en el que aquello que excede los límites de lo real y conocido, irrumpe en nuestro contexto cotidiano y nos perturba como personajes, como lectores… voy a permitirme el capricho de señalar muy especialmente la mención que se hace al cuento de Félix J. Palma «Venco a la molinera» (El vigilante de la Salamandra, 1998) y esa reacción de los personajes ante un «trasvase de realidades» inevitable. Terrorífico, como ese juego de preguntas y respuestas con el que se plantea muy sucintamente el final de una historia y los participantes formulan preguntas cerradas para adivinar el inicio de la misma. Me estoy refiriendo a ese en el que se cuenta que un hombre ciego, tras un naufragio, pide gaviota en un restaurante y tras probar un bocado, se suicida. Los porqués y los cómos de su llegada a ese fatal final, son muy parecidos a los del cuento de Félix J. Palma y ambos provocan escalofríos.
Fantástico.
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