Sputnik, mi amor. Haruki Murakami, trad. Lourdes Porta y Junichi Matsuura; Barcelona; Tusquets; 2002
Amor friki
La metáfora de las líneas paralelas, o los números primos, elementos que existen y que tienen significación, únicamente porque no llegan a coexistir entre ellos, ni a tocarse, ni a mezclarse, ya ha sido utilizada en historias, quizás demasiadas veces, pero sigue funcionando.
El satélite Sputnik gira en órbita alrededor de la Tierra, sin otra función que la de transportar en su interior a la perrita Laika. La confusión que uno de los personajes plantea entre dicho término y el de la generación “beatkin” supone el punto de arranque a una historia vacía de conclusiones, que sólo gira alrededor de la mente del lector: tres protagonistas, tres modos diferentes de amar y de no-amar a quienes están, simplemente, girando a nuestro alrededor.
Una vez más, Murakami se acerca a los sentimientos, pero los palpa de manera tangencial, sin fisuras ni fricciones: un narrador que es profesor frustrado, ya que no consigue a quien ama por encima de todas las cosas, a Sumire, la rebelde aspirante a escritora que cree enamorarse de Myú, una madura representación de la mujer carente de identidad sexual, despojada de los rasgos femeninos y dividida como un “doppelgänger” entre su “yo” del pasado y su “yo” del presente. Gracias al narrador, Myú buscará recuperar esa personalidad de mujer que creía haber perdido para siempre, y aunque fracase y acabe desapareciendo, será el intento aquello que pese en la memoria del lector, inevitablemente.
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